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lunes, 31 de agosto de 2009

When a man to mitigate his punishment claims that his actions were 'natural'...


[The Captain of the Star of the Sea, a vessel, writes:]


Tonight I had necessity to punish one of the men, Joseph Cartigan of Liverpool, who had been importuning some of the women in steerage and making shameful suggestions by which he meant to gain advantage from their present unhappy state. Apparently he had been offering food in return. I do not like at all to punish the men, but they know I will not have decent girls ruined on my ship. Summoning him to my quarters, I asked if he had a mother; anod how would he care for her to be translated to a whore? He said she was one already, the busiest in Liverpool. (I swear his ears quite wriggle with insolence.)

Chaucer asserts, in his Prologue of the Reeve: ‘Til we be roten kan we not be rype.’ If that be the case, then this Mersey-mud placket-hound is so ripe as to be practically intoxicating.

His appeal was that he had attemted nothing save what was natural, given the length of the voyage & cetera. At that I ordered the wretch’s rations halved for three days, the moiety to be given to some poor girl in steerage. I have oftentimes observed the veracity of the late Admrl. Wm. Bligh’s remark (first captain under whom I myself served as a boy, on the charting and fathoming of Dublin Bay) that when a man claims in mitigation that his actions be ‘natural’ he is invariably behaving much worse than a beast, without exception to one much weaker than himself.



Joseph O’Connor
Star of the Sea
Harvest, 2004
Pages 153-4

domingo, 30 de agosto de 2009

Narración de la isla (un fragmento del diario de Gog); Giovanni Papini

New Parthenon, 6 [de] noviembre

[…]


-La singularidad de esta isla -me contaba Pat Cairness- no se halla en su aspecto, que es muy parecido al de las demás islas del Pacífico, ni en sus habitantes, que han conservado las costumbres y tradiciones de su raza. Está en esto: los jefes han reconocido hace mucho tiempo que la isla no puede alimentar más que a un número fijo de habitantes. Este número es precisamente de setecientos setenta. Gran parte del suelo, montuoso, es estéril, y en el mar no hay mucha pesca. De fuera no puede llegar nada porque nadie, después de ellos, ha desembarcado en la isla, y los sucesores de los primeros inmigrantes han olvidado el arte de construir grandes embarcaciones. Por esta razón la asamblea de jefes promulgó en tiempo inmemorial una extrañísima ley: la de que a cada nuevo nacimiento debe seguir una muerte, de manera que el número de los habitantes no rebase nunca el de setecientos setenta. Es una ley, según creo, única en el mundo y que hace observar con toda severidad el Consejo de los ancianos, compuesto de brujos y guerreros. Como en todos los países del mundo, los nacimientos superan a las muertes naturales, por lo que todos los años diez o veinte de esos infelices segregados del mundo deben ser muertos en la tribu. El espanto del hambre ha hecho inventar a los oligarcas papúes un sistema estadístico muy burdo, pero preciso. Una vez al año, en primavera, se reúne la asamblea y se lee la lista de los nacidos y de los muertos. Si son, por ejemplo, veinte los nacidos y ocho los muertos, es necesario que doce vivientes sean sacrificados para la salvación de la comunidad. Durante un cierto tiempo, según me dijeron, tocaba a los ancianos el morir; pero como el Consejo de los Jefes está formado en su mayoría de ancianos, éstos se las arreglaron de manera, recurriendo a no sé qué astucias, que se confiase a la suerte la cuestión de diezmar la tribu. Cada habitante posee una tablilla donde se halla inscrito, por medio de un dibujo o de un jeroglífico, su nombre. Llegado el día terrible, esas tarjetas de los vivos son reunidas en el casco de una barca enterrada ante la tienda del Consejo y revueltas cuidadosamente con un remo por el hechicero más viejo. Luego se suelta un perro, adiestrado para este fin, el cual se mete en la barca, agarra con los dientes una de las tablillas, la entrega al brujo y repite la operación todas las veces que sea necesario. A los designados se les conceden tres días para despedirse de la familia y para suprimirse de la manera que les sea más agradable. Si después de tres días hay alguno que no ha tenido valor para suicidarse, es capturado por cuatro hombres elegidos entre los más robustos, encerrado en un saco de piel junto con algunas piedras, y arrojado al mar.

»Contada de este modo, la cosa parece sencilla y en cierto modo hasta lógica. Pero es preciso vivir allí, como hice yo durante algún tiempo, para tener una idea de lo espantoso de esa ley, y de todas las consecuencias trágicas que acarrea. Ante todo, la mujer que queda embarazada se encierra en su tienda y no se atreve a presentarse ante nadie. Es una enemiga, todos la odiarían. Cada muchacho que está a punto de nacer es una amenaza para los que ya han nacido, un peligro público. Y, sin embargo, la madre y el padre están tranquilos, aunque la suerte puede designar a uno de ellos -como ya ha ocurrido alguna vez-a desaparecer para hacer sitio al hijito. De aquí se deriva que las mujeres estériles son las más respetadas de todas y que los hombres no se deciden al matrimonio más que en último extremo.

»Además se halla bastante difundido en la isla el homicidio, porque los asesinos se proponen también procurar nivelar el número de los nacidos y sustraerse, al menos por cierto tiempo, a las terribles sorpresas de la muerte. En mis viajes no vi nunca nada tan lúgubre como esa asamblea en la que se debe proceder a la designación de los sacrificios al espectro de la carestía. Asistí a una de esas asambleas, y, aunque esté muy lejos de ser un sentimental, me ha dejado una sensación penosa. Algunos días antes hay quien intenta esconderse en las grutas de la isla con la esperanza de sustraerse al peligro. Pero la isla es pequeña y la vigilancia es una cosa que interesa a todos, pues las ausencias aumentan el peligro de los presentes. Algunos son arrastrados por la fuerza hasta la reunión, y allí vi cómo se debatían furiosamente para no entregar la tablilla con su nombre. Aquella vez los excedentes eran nueve únicamente y pude comprobar que ninguno de ellos aceptaba con resignación la sentencia de la suerte. Una mujer joven se agarraba desesperadamente a las rodillas del jefe pidiendo piedad. Tenía, según parece, un nene todavía muy pequeño y suplicaba sollozando que le permitiesen vivir un año más para no dejarle solo. Un hombre, ya anciano, declaró que se hallaba gravemente enfermo y que libertaría pronto a la tribu del peso de su existencia, pero pedía gracia de que le dejasen morir de muerte natural. Un joven clamaba a grandes voces que le dispensaran de la muerte inmediata, no por él, decía, sino porque era el único sostén de su madre anciana y de tres hermanitas que no se hallaban todavía en edad de trabajar. Dos padres lanzaban desesperados gritos porque entre los señalados por la suerte se hallaba el más pequeño y más bello de sus hijos. Una jovencita imploraba que esperasen al menos a que se hubiese casado; debía desposarse dentro de pocos días y no quería morir sin haber cumplido la promesa hecha solemnemente a su futuro esposo. Un viejecillo del Consejo buscaba salvarse proclamando que sólo él conocía ciertos secretos necesarios para la vida de la tribu y que si se le mataba moriría sin revelarlos a nadie para vengarse.

»Durante tres días no se oyeron en toda la isla más que gemidos y lamentos. Pero la ley es inexorable y no admite prórrogas ni dispensas. Sólo en un caso uno de los designados puede ser salvado: cuando otro acepta morir en su lugar. Pero según me dijeron, este caso no se presenta casi nunca. Al tercer día, siete condenados se habían dado ya muerte por sí mismos, en medio de los gritos de los parientes y de los amigos, y al cuarto día fueron arrojados dos sacos al mar, en presencia de todo el pueblo taciturno. Pero ocurrió entonces que los que habían escapado a la muerte comenzaron a tranquilizarse, las caras eran más serenas: un año de vida segura estaba ante ellos.

Pat Cairness me contó muchas otras historias, pero ésta fue la que más me impresionó por su singularidad.

La piedra venenosa (fragmento de Senda de Oku); Matsuo Bashō


Cerca de Kurobane está la piedra asesina. El administrador del señorío me prestó un caballo para ir a verla. El hombre que llevaba el caballo por el freno me rogó compusiese un poema. Para no defraudar su gentileza escribí:

____________Para el caballo
_____________y oriéntalo hacia allí,
______________hacia el cuclillo.

La piedra asesina está al otro lado de la montaña, junto a unas solfatas. Aún no se ha extinguido la ponzoña de la piedra. Tantas son las abejas y las mariposas que ha matado, que cubren totalmente el suelo alrededor, sin que se pueda ver ni un trozo de la arena en que la piedra se asienta*.



*La piedra venenosa no tiene misterio ni magia. Fue simplemente emponzoñada por los gases letales que emanaban de una solfata cercana.



Senda hacia tierras hondas
(Senda de Oku)
Versión española de Antonio Cabezas
poesía Hiperión, 2007
Pág. 40

[El texto original no estaba divido en partes indicadas por subtítulos (como La piedra venenosa), éstos fueron agragados por el traductor para facilitar la lectura de la obra.]

Soledad; Xavier Villaurrutia


Soledad, soledad
¡cómo me miras desde los ojos
de la mujer de ese cuadro!
Cada día, cada día,
todos los días...
Cómo me miras con sus ojos hondos.

Si me quejo, parece que sus ojos
me quisieran decir que no estoy solo.

Y cuando espero lo que nunca llega,
me quisieran decir: aquí me tienes.

Y cuando lloro -algunas veces lloro-
también sus ojos se humedecen
o será que los miro con los míos.

En el río de Heráclito; Wisława Szymborska


En el río de Heráclito
el pez pesca al pez,
el pez corta el pez con el filo de un pez,
el pez construye un pez, el pez vive en el pez,
el pez escapa del sitiado pez.

En el río de Heráclito
el pez ama al pez,
tus ojos —le dice— resplandecen como peces en el cielo,
quiero nadar hacia un mar compartido,
contigo, la más bella del cardumen.

En el río de Heráclito
el pez inventa al pez de peces,
el pez se arrodilla ante el pez, el pez canta al pez,
le pide al pez un nadar más ligero.

En el río de Heráclito
yo, pez claro, pez distinto
(aunque sea del pez árbol, del pez piedra)
escribo por momentos pececillos
sobre escamas plateadas y por tan corto tiempo
que, tal vez por eso, parpadea en su turbación la oscuridad.


Traducción de Gerardo Beltrán

martes, 25 de agosto de 2009

Introducion to Poetry / Introducción a la Poesía; Billy Collins


I ask them to take a poem
and hold it up to the light
like a color slide

or press an ear against its hive.

I say drop a mouse into a poem
and watch him probe his way out,

or walk inside the poem’s room
and feel the walls for a light switch.

I want them to water-ski
across the surface of a poem
waving at the author’s name on the shore.

But all they want to do
is tie the poem to a chair with a rope
and torture a confession out of it.

They begin beating it with a hose
to find out what it really means.

______________________________


Les pido que cojan un poema
y lo sostengan a la luz
como a una diapositiva a color

o que aprieten un oído contra su panal.

Digo: soltar un ratón en un poema
y observar cómo busca la salida,

o caminar al interior de la habitación del poema
y palpar las paredes en busca de un interruptor.

Quiero que hagan esquí acuático
sobre la superficie del poema
saludando al nombre del autor en la orilla.

Pero todo lo que quieren hacer
es atar el poema a una silla con una cuerda
y torturarle hasta sacarle una confesión.

Comienzan a golpearle con una manguera
para descubrir lo que realmente significa.


Traducción de Julio Mas Alcaraz

lunes, 24 de agosto de 2009

La disyuntiva; Luis Vicente de Aguinaga


Entre la soledad
y estar solo,
escojo lo segundo.
Lo mismo entre la dicha
y ser dichoso:
lo segundo.
Entre los años y los días,
lo segundo. Entre mi nombre
y tú al decirlo.

Hay quien me ve llegar
con paso lento
y escoger lo segundo,
lo que viene detrás, de peor es nada;
me ve con piedad intransigente,
con lástima implacable
de cazador apenado por su presa.
Yo recojo los restos,
hago con ellos un sombrero, una corbata,
y saludo a la usanza cavernícola.

Entre la espera y lo esperado,
lo segundo.
Entre los puntos y las comas.*
Entre los ya
y los todavía.

_____

* Nota del autor del blog: En el blog del propio autor del poema (http://aguinaga.blogspot.com/2005/09/la-disyuntiva.html) leemos: Entre los puntos / y las comas. La versión del poema que seguimos aquí es la aparecida en Fractura expuesta (Mantis Editores, 2008).

Campanas en la noche; Octavio Paz


Olas de sombra
mojan mi pensamiento
—y no lo apagan.

sábado, 22 de agosto de 2009

Las obras maestras de la literatura (fragmento de un diario de Gog); Giovanni Papini


Cuba, 7 [de] noviembre

Tenía necesidad, para ciertos propósitos míos, de conocer lo que los profesores de los colléges llaman las «obras maestras de la literatura». Di a un laureado bibliotecario, que me aseguraron que era un conocedor perfecto de ellas, la orden de prepararme una lista, lo más restringida posible, de obras, y de procurármelas en las mejores condiciones. Apenas me hallé en posesión de estos tesoros, no permití la entrada a nadie, y ya no me levanté de la cama.

Las primeras se me antojaron malas y me pareció increíble que tales humbugs fuesen verdaderamente los productos de primera calidad del espíritu humano. Aquello que no comprendía me parecía inútil; lo que comprendía no me gustaba o me ofendía. Género absurdo, aburrido; tal vez insignificante o nauseabundo. Relatos que si eran verdaderos me parecían inverosímiles, y si inventados, insulsos. Escribí a un profesor célebre de la Universidad de W. para preguntarle si aquella lista estaba bien hecha. Me contestó que sí y me dio algunas indicaciones. Tuve valor para leer aquellos libros, todos, menos tres o cuatro que no pude soportar desde las primeras páginas.

Huestes de hombres, llamados héroes, que se despanzurraban durante diez años seguidos bajo las murallas de una pequeña ciudad, por culpa de una vieja seducida; el viaje de un vivo en el embudo de los muertos como pretexto para hablar mal de los muertos y de los vivos; un loco hético y un loco gordo que van por el mundo en busca de palizas; un guerrero que pierde la razón por una mujer y se divierte en desbarbar las encinas de las selvas; un villano cuyo padre ha sido asesinado y que, para vengarle, hace morir a una muchacha que le ama y a otros variados personajes; un diablo cojo que levanta los tejados de todas las casas para exhibir sus vergüenzas; las aventuras de un hombre de mediana estatura que hace el gigante entre los pigmeos y el enano entre los gigantes, siempre de un modo inoportuno y ridículo; la odisea de un idiota que a través de una serie de bufas desventuras sostiene que este mundo es el mejor de los mundos posibles; las peripecias de un profesor demoníaco servido por un demonio profesional; la aburrida historia de una adúltera provinciana que se fastidia y, al fin, se envenena; las salidas locuaces e incomprensibles de un profeta acompañado de un águila y de una serpiente; un joven pobre y febril que asesina a una vieja, y luego, imbécil, no sabe siquiera aprovecharse de la coartada y acaba cayendo en manos de la Policía.

Me pareció comprender, con mi cabeza virgen, que esa literatura tan alabada se hallaba apenas en la edad de la piedra, lo que me dejó desesperadamente desilusionado. Escribí a un especialista en poesía, el cual intentó confundirme diciéndome que aquellas obras valían por el estilo, la forma, el lenguaje, las imágenes y los pensamientos y que un espíritu educado podía experimentar con ellas grandísimas satisfacciones. Le contestó que, por mi parte, obligado a leer casi todos aquellos libros en traducciones, la forma importaba poco, y que el contenido me parecía, como es, anticuado, insensato, estúpido y extravagante. Gasté cien dólares* en esta consulta, sin ningún fruto.

Por fortuna conocí más tarde a algunos escritores jóvenes que confirmaron mi juicio sobre aquellas viejas obras y me hicieron leer sus libros, donde encontré, entre muchas cosas turbias, un alimento más adecuado a mis gustos. Me ha quedado, sin embargo, la duda de que la literatura sea tal vez incapaz de perfeccionamientos decisivos. Es muy probable que nadie, dentro de un siglo, se dedique a una industria tan atrasada y poco remuneradora.
(Es más ameno, sin considerar si más fiel al original no, el texto de la edición de Lectorum, 2007)
_________

*Nota del autor del blog: Por lo visto Papini no sabe cómo hablan los ricos. Nos encontramos con que aquél personaje que unas páginas atrás de esta misma obra nos había sido descrito como uno de los hombres más ricos de los Estados Unidos, es decir del planeta (I. Cómo conocí a Gog) aparece aquí haciéndonos el curioso comentario de que la poco productiva consulta le costó cien dólares.

jueves, 20 de agosto de 2009

Enuma Elish. Poema babilónico de la Creación


Hablaremos aquí de la edición y traducción de Federico Lara Peinado (Trotta, 2008).


El Enuma Elish (Cuando en lo alto…) toma su nombre de las primeras palabras que componen este antiguo poema.

En él se narra la manera en que los primeros dioses de los babilonios surgieron, y por ende, la creación entera. Pero este, como señala Lara Peinado en la muy completa introducción, no es en todo caso el tema principal del poema, sino la exaltación de Marduk, quien llegaría a ser una de las principales deidades babilónicas. El poema narra entonces cómo es que Marduk alcanzó la supremacía entre los dioses (incluso sobre sus padres y otros de sus divininos ancestros) al enfrentarse en una lucha contra Tiamat, diosa del abismo de las aguas saladas, quien junto con Apsu, el abismo de las aguas dulces, representaba uno de los principios cósmicos en los que se fundaba toda la creación según los babilonios.

La introducción (que abarca casi un tercio de este libro de 116 páginas) nos da los detalles fundamentales que necesitamos saber antes de iniciar la lectura del poema. Las notas al pie son numerosas y aparecen al final del libro para no entorpecer (o al menos eso intentan) la lectura del poema y son de mucha utilidad.

La introducción también nos explica los alcances que esta obra tuvo en su concepción, pues no sólo se trata de un texto de teología o cosmogonía, sino que también implica conocimientos de astrología y astronomía: Tiamat crea, por ejemplo, un ejército de once monstruos más un capitán, lo que tal vez pueda representar el zodíaco; la Tablilla V del poema, que desgraciadamente es una de las más incompletas que nos ha llegado, describe conocimientos de posiciones de constelaciones y planetas que las notas al pie detallan.

Algo que también es curioso de la introducción es una tabla que el traductor incluye en la que compara el relato de la creación del Génesis con el que ofrecen las tablillas del Enuma Elish para encontrarnos con que coinciden en pocos aspectos. Es interesante lo anterior porque los antepasados de los hebreos provenían de los caldeos y debieron haber conocido los elementos de teología y cosmogonía narrados en el Enuma Elish. Por lo tanto, ambos relatos gozan de originalidad, en ningún modo uno es copia del otro.

Hablando de originalidad, los dejo con un fragmento del poema que me pareció también interesante por lo maravilloso de la escena:

La Madre Khubur, que había formado todas las cosas,
acumuló armas irresistibles, dando a luz a dragones gigantes,
de dientes [agu]dos, con mandíbulas despiadadas.
Llenó sus cuerpos de veneno en lugar de sangre;
revistió de terror a los temibles leviatanes,
los coronó con aureolas, hacién[doles] semejantes a los dioses

Tablilla I. Vv. 133-138


Lo que agrega creatividad a la imagen es que aprendemos de las notas de Lara Peinado que esas aureolas de las que habla el texto son conocidas como melammu, un resplandor que acompañaba a los dioses; y por lo visto sí, se podía otorgar y retirar como si de una prenda de vestir se tratara. De hecho, el dios que dio muerte a Apsu tuvo que retirarle su melammu mediante un encantamiento para poder acabar con él.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Star of the Sea; Joseph O'Connor


Fiction.

1847. A vessel, the Star of the Sea, departs from an Ireland stormed by the famine. Most of the passengers of the ship are poor farmers and land tenants driven away from their properties. Among them travel Lord Meredith (a nobleman in bankruptcy), his wife, their two children, their maid, a journalist and a man who carries in his past a long list of murders, this last fact unknown to the other passengers, or so it seems…

The destination of the Star of the Sea is America, the Promised Land for most of the passengers. However, each of them, not only the killer, carries a hidden past: one that the author of this novel is going to reveal to us as we read the chapters that describe the 29 days of the voyage.

The double sense in the name and description of each chapter is a resource that the author used in a very original way. The story is intriguing since the beginning. The depth given to the backgroung and motivations of each character are one of the most interesting aspects of this novel.

The atmosphere of the novel is polluted by the famine and corruption of the land which even follows the passengers in their travel on the sea. But the rottenness is also present in some of their own flesh and hearts.

Besides all of this, reading Star of the Sea could propose to us the following question:

Is the act of writing history a creative one?

I think it could be. After all, history and fiction share no few aspects.

lunes, 10 de agosto de 2009

Lucy y el monstruo; Ricardo Bernal


Querido Monstruo:

Ya no te tengo miedo. Mi papi dice que no existes y que no puedes llamar a tus amigos porque ellos tampoco existen. Cuando sea de noche voy a cerrar los ojos antes de apagar la luz del buró y voy a abrazar bien fuerte a mi osito Bonzo para que él tampoco tenga miedo. Si te oigo gruñir en el clóset pensaré que estoy dormida. No quiero que mi papi se despierte y me regañe.

Ya sé que me quieres comer, pero como no existes nunca podrás hacerlo; aunque yo me pase los días pensando que a lo mejor esta noche sí sales del clóset, morado y horrible como en mis pesadillas…

Mañana, cuando juegue con Hugo, le voy a decir que te maté y que te dejé enterrado en el jardín y que nunca más vas a salir de ahí. Él se va a poner tan contento que me va a regalar su yoyo verde y me va a decir dónde escondió mis lagartijas (siempre ha dicho que tú te las comiste, pero eso no puede ser porque mi papi me dijo que no existes y mi papi nunca dice mentiras).

Voy a dejarte esta carta cerca del clóset para que la veas. Voy a pensar en cosas bonitas como en ir al mar, o que es Navidad, o que me saqué un diez en aritmética. ¡Adiós, monstruo!, qué bueno que no existas.

firma: LUCY

PD: No tengo miedo. No tengo miedo. No tengo miedo.

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Mi pequeña Lucy:

¿Cómo que no existo? Tu papi no sabe lo que dice. ¿Acaso no me inventaste tú misma el día de tu cumpleaños número siete? ¿Acaso no platicabas conmigo todas las noches y te asustabas con los extraños ruidos de mis tripas? Todas las noches te observé desde el clóset y tú lo sabías…

Aunque nunca me viste conocías de memoria mis ojos, mi lengua y mis colmillos; pues todas, todas las noches me soñabas. Por eso cuando leí tu carta sentí tanta desesperación. Por eso destrocé tus juguetes y me comí de un solo bocado a tu delicioso osito Bonzo.

Lo juro, Lucy, tú ya estabas muerta. Tenías los ojos abiertos y cuando toqué tu barriguita estaba más fría que mi mano. Seguramente te mató el miedo y yo no pude comerte pues no me gusta el sabor de los niños muertos. Lo único que hice fue regresar al clóset y llorar de tristeza hasta quedarme dormido…

¡Pobre Lucy! ¡Pobre Lucy y pobre monstruo solitario!

Ahora tendré que salir de aquí, alejarme de los adultos que cuidan tu pequeño ataúd y dejar esta carta donde puedas encontrarla… Necesito la risa de un niño y necesito el miedo de un niño para seguir vivo.

Por cierto, Lucy, ¿dónde dices que vive tu amigo Hugo?

Atentamente
EL MONSTRUO
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Nota del autor del blog:

El formato en que se presenta aquí este cuento fue realizado comparando los que aparecían en diversos sitios de Internet, casi todos con variantes entre sí.