Poesía. Juan Carlos mestre, además de ser poeta, es artista visual (bueno, si nos ponemos muy retóricos y amantes de manifiestos podríamos decir que todo poeta es un artista visual porque construye imágenes con palabras) y esto se refleja cabalmente en esta obra: el contenido de este libro, formado por un único y largo poema, se desborda de imágenes, una sucede a otra sin piedad, sin descanso alguno para el lector. ¡Por eso me encanta!
¿Una muestra?
Llueve, llueve sobre las cúpulas bruñidas por el beneficio,/
sobre los estandartes empapados por la usura del comercio llueve,/
lleve sobre los muros del Pontificado y los altares de lo Absoluto,/
todo el día llueve bronce sobre las campanas, sangre sobre las espuelas,/
llueven monedas de oro sobre el árbol de los abstinentes,/
llueve saliva de óxido sobre la teogonía de los metales,/sobre las estatuas fundidas con la brevedad de los hombres,/
llueven sobre las llagas barrocas de la fe y sobre la corona de espinas,/
sobre San Sebastián según un modelo de Bernini atravesado por el acero,/
llueve la polilla del psicoanálisis sobre las negras sotanas,/
llueve en las afueras del hombre y en las cercanías del otro hombre que va en él,/
luueve sobre una mujer, la lluvia deja de ser lluvia, la mujer deja de ser mujer,/
llueve sobre lugares húmedos y el agua de los estanques favorable a la peste,/
llueve sobre los puentes y sobre el jardín en la casa de las prostitutas,/
llueve sobre los muchachos amenazados por el resplandor de la velocidad/
y el reclinatorio de los que van a morir a la edad de los príncipes./
Aquí hay otra escritura, aquí amor y pájaros góticos contra la solemnidad del eco,/
aquí las viejas semillas, la madera de cruz plantada por la mano del romano,/
el burgo erigido hace ahora dos mil bajo las estrellas que inventó Copérnico,/
el mausoleo en cuya avaricia vive predestinada Roma, desvalida y esclava,/
el déspota que huye hacia otra ciudad que no existe en un caballo de hierro./
Este es el lugar donde el escéptico le da la mano al inmoral/
y llamo inmoral a aquél que carece de la virtud de reconocerse en el otro,/
el insumergible en su mina de talco, el que ejerce la jerarquía como innato derecho/
y construye su tormento sobre la escoria de otros,/
el obsesivo en la negación de los actos ajenos,/
el impostor que muta, el himno con el que se alaba lo que se desprecia, la cautela ante el gozo./
Hablad voces de la decrepitud, hablad bajo los párrafos inciertos del que padece memoria,/
lo que bajo las costillas del puente dedicado a la memoria de Umberto Primero es escritura de la gran cloaca romana,/
allí donde la deformación de la belleza conduce el pensamiento del hombre a la embriaguez,/
donde la persistencia de la hermosura abre su ojo de cíclope y extravía a los adúlteros por un paisaje con niebla./
Toda la vida se parece a mi vida,/
la cabeza de Minerva y la de San Juan Bautista,/
el tributo con que paga el hijo la cripta de su padre,/
el agua del Nilo con que hace su pan el herrero, la pasta de polvo con que imita el albañil las piedras,/
la destilación de la música en los pasadizos, la lengua del Tíber abriendo las aldabas de la noche,/
toda la vida se parece a mi vida,/
el ojo del insubordinado se parece a mi ojo, la boca del inexistente se parece a mi boca,/
el gusano pasta la yema del jaguar, la metafísica hace su aparición en la anestesia,/
el convicto ha cancelado su pacto con la respiración, el papiro ha cerrado su acuerdo con las lianas secretas,/
la incinerada vocal de la náusea es inminente.
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