¡Oh, canta Orfeo! ¡Oh alto árbol en el oído!
Y calló todo. Pero incluso del silencio
surgió un nuevo principio, seña y transformación.
Animales silentes brotaron desde el claro,
abandonado bosque, de nidos y cubiles;
y fue evidente entonces que no era por astucia
ni tampoco por miedo por lo que eran tan quedos,
sino por la audición. Rugidos, gritos, bramas
parecían pequeños en sus pechos. Y donde
apenas un achoza para acogerlo había,
refugio subterráneo del ansia más oscura
con jambas temblorosas sujetando su entrada,
tú creaste para ellos un templo en el oído.
Traducción de Jesús Munárriz
poesía Hiperión
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