viernes, 14 de noviembre de 2008

Un poco de humor borgiano en Historia de la eternidad y respecto al destino de los muertos en el cristianismo

Generaciones de hombres idolátricos habían habitado la tierra, sin ocasión de rechazar o abrazar la palabra de Dios; era tan insolente imaginar que pudieran salvarse sin ese medio, como negar que algunos de sus varones, de famosa virtud, serían excluidos de la gloria. (Zwingli, 1523, declaró su esperanza personal de compartir el cielo con Hércules, con Teseo, con Sócrates, con Arístides, con Aristóteles y con Séneca.) Una amplificación del noveno atributo del Señor (que es la omnisciencia) bastó para conjurar la dificultad. Se promulgó que esta importaba el conocimiento de todas las cosas: vale decir, no sólo de las reales, sino de las posibles también. Se rebuscó un lugar en las Escrituras que permitiera ese complemento infinito, y se encontraron dos: uno, aquel del primer Libro de los Reyes en que el Señor le dice a David que los hombres de Keilah van a entregarlo si no se va de la ciudad, y él se va; otro, aquel del Evangelio según Mateo, que impreca a dos ciudades: ¡Ay de ti, Korazín! ¡Ay de ti, Bethsaida! porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las maravillas que en vosotras se han hecho, ha tiempo que se hubieran arrepentido en saco y en ceniza. Con ese repetido apoyo, los modos potenciales del verbo pudieron ingresar en la eternidad: Hércules convive en el cielo con Ulrich Zwingli porque Dios sabe que hubiera observado el año eclesiástico, la Hidra de Lerna queda relegada a las tinieblas exteriores porque le consta que hubiera rechazado el bautismo.

J. L. Borges
Historia de la eternidad II (fragmento)
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Sí, bueno... poniéndonos más serios... el tema de quiénes estarán en el cielo es uno muy recurrente en la teología. Así, a lo largo de la historia han existido conflictos dentro del cristianismo respecto al destino de los niños que mueren sin el bautismo -este tema es tratado por Borges unas líneas más arriba del fragmento del presente ensayo-, el pecado original y la salvación de las personas que han muerto y que fueron "buenas" pero nunca escucharon el Evangelio, ¿cómo las juzgará Dios?, se preguntan.

Hay algunos que nos quedamos con la pregunta, pero otros más se aventuran a dar respuestas definitivas, aunque especulatorias. Podemos citar el caso del limbo dentro de la teología católica. Algunos católicos reconocen que si bien, esta doctrina forma parte de la tradición, no se encuentra fundamento alguno de ella en la Escritura.

Al respecto, Dios no nos deja en el absoluto silencio. Lejos de toda especulación, la Biblia no se cansa de repetir en múltiples pasajes que el juicio de Dios sobre los muertos será justo (Salmos 19:9, 119:7,137, Juan 5:30 y Apocalipsis 16:7 son sólo un mínimo ejemplo). Bástenos esa contestación y ese consuelo.

Alan

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