miércoles, 17 de diciembre de 2008

Lāmiyya de los árabes (fragmento); Šanfarà

Hermanos, levantad los pechos de vuestras monturas
y apresurad el paso,
que yo prefiero otra compañía.
Otra familia tengo: lobo veloz, suave leopardo, hiena hirsuta;
familia que no revela el secreto confiado
ni desampara a quien es incriminado.
Son intrépidos; mas yo, a la primera presa, aún lo soy más.
Pero a la hora de tender la mano a los víveres,
cuando el más diligente es el más bajo,
ya no soy el más rápido.
Esta capacidad es lo que me hace preferible a ellos,
porque el más generoso es superior.
No me importaría perder a quienes
no están adornados con buenas acciones
y en cuya cercanía no hallo entretenimiento;
tres amigos me bastan:
corazón intrépido, templada espada, hermosa camella.

No soy un hombre de interior, pusilánime,
que pasa el tiempo con sus mujeres consultándolas en todo,
de esos que por todo se asustan, tímidos como los avestruces,
cuyo corazón palpita como el de un pajarillo
que sube y baja al ritmo de sus alas,
desecho de sus familias, cobardes hombres de interior
que pasan el tiempo hablando de amoríos a las mujeres
y que en todo momento van pintados y empolvados.

Sé encerrar el hambre en los recovecos de mis entrañas
al igual que la experta hiladora retiene firmemente en la mano
los hilos que sus dedos retuercen.

Cuando quejarse no sirve de nada,
la paciencia es de lejos preferible.

Debes saber que soy un hombre consagrado a la paciencia.
Bajo mi armadura escondo un corazón de león
y la firmeza me hace las veces de sandalias.

Dejo viudas a las mujeres y huérfanos a los niños
y me marcho como llegué; cuando la noche es más noche.

Durante los días tórridos de la canícula
en que se funden los vapores que forma el ardor del sol
y en que los reptiles se retuercen sin poder soportarlo
sobre la arena ardiente,
he expuesto íntegramente mi rostro a todos sus fuegos
sin velo alguno que me protegiese
con un pedazo de tela desgarrado
como todo refugio contra su furor
y una larga cabellera
que, agitada por el viento, se separa en mechas espesas
en las que el peine no ha penetrado,
que desde hace mucho no ha sido perfumada ni despiojada,
embadurnada de una costra tenaz,
y que ha pasado un año entero sin haber sido lavada.

La poesía árabe clásica
Antología preparada por Josefina Veglison
poesía Hiperión
2a edición, 2005
Páginas 78-80

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