En el siguiente fragmento del Lisis es Sócrates quien dialoga con Menéxeno acerca de la amistad. Las palabras iniciales son del maestro de Platón:
-¿No han llegado, en efecto, a tus manos escritos de gente muy sabia que dicen estas mismas cosas, a saber, que lo semejante siempre tiene que ser amigo de lo semejante? Me refiero a esos que han hablado y escrito sobre la naturaleza y sobre el todo [20].
-Tienes razón, dijo.
-¿Entonces es que proponen cosas sensatas?, dije yo.
-Tal vez, dijo.
-Tal vez, dije, lo hacen a medias, tal vez de una manera completa, pero nosotros no somos capaces de captarlo. Pues nos parece que el malvado, cuanto más cerca esté del malvado y más lo frecuente, tanto más enemigo llegará a ser, porque ofende. Pero los que ofenden y los ofendidos de ninguna manera pueden ser amigos. ¿No es así?
-Sí, dijo.
-Así pues, la mitad de lo dicho no sería verdad, si es que los malvados son semejantes entre sí.
-Tienes razón.
-Pero a mí me parece que quieren decir que los buenos son semejantes entre sí y amigos, y que los malos, cosa que se dice de ellos, nunca son semejantes ni siquiera con ellos mismos, sino imprevisibles e inestables. Y lo que es desemejante y diferente consigo mismo difícilmente llegaría a ser semejante a otro y amigo suyo. ¿O no te parece así?
-Me lo parece, dijo.
-Esto, en efecto, insinúan, como creo, oh compañero, los que dicen que lo semejante es amigo de lo semejante, al igual que el bueno sólo es amigo del bueno, y que el malo, ni con el bueno ni con otro malo, puede jamás llegar a una verdadera amistad.
-¿Estás de acuerdo?
Dio muestras de asentimiento.
-Así, pues, ya tendríamos quiénes son amigos, porque nuestro discurso apunta a que lo son los que son buenos [21].
-Eso es lo que me parece, dijo.
-Y a mí, dije yo. Sin embargo, hay algo que me tiene inquieto en todo esto. Sigamos, pues, por todos los dioses, y veamos lo que estoy sospechando. El semejante es amigo del semejante en cuanto semejante, y en este caso, ¿son útiles el uno al otro? O mejor dicho: cualquier cosa semejante a otra cualquiera ¿qué beneficio puede traerle o qué daño causarle, que no se lo haga también a sí mismo? ¿O qué cosa sufrir que no lo sufra también por sí misma? Así pues, ¿cómo pueden tales cosas vincularse entre sí no prestándose mutuamente servicio alguno? ¿Es esto, de algún modo, posible?
-No lo es.
-¿Y cómo querrá el que no sea querido?
-De ninguna manera.
-Pero, entonces, el semejante no es amigo del semejante, aunque bien pudiera serlo el bueno del bueno, no por ser semejante, sino por ser bueno.
-Bien pudiera.
-Pero, ¿cómo? El bueno, en cuanto que bueno, no se bastaría a sí mismo?
-Sí.
-Pero el que se basta a sí mismo no necesita de nadie en su suficiencia.
-¿Por qué no?
-El que no necesita a nadie tampoco se vincularía a nadie.
-En modo alguno.
-El que no se vincula a nadie tampoco ama.
-Verdaderamente no.
-El que no ama, no es amigo.
-No parece.
-¿Cómo, entonces, pueden los buenos, sin más, ser amigos de los buenos, si vemos que, estando ausentes, no se echan de menos ya que son autosuficientes, estando separados- y, si están juntos, no sacan provecho de ello? ¿Qué remedio poner para que tales personas lleguen a tenerse mucha estima?
-Ninguno, dijo.
-Pero no serán amigos, si no llegan a valorarse mucho mutuamente.
-Es verdad.
-¡Mira entonces, Lisis, adónde hemos ido a parar! ¿Es que nos hemos extraviado totalmente?
-¿Cómo ha sido eso?, dijo.
-Alguna vez he oído a alguien que hablaba -y ahora me acabo de acordar- de que lo semejante es lo más enemigo de lo semejante, y lo mismo pasa con los buenos. Y se aducía el testimonio de Hesíodo, cuando decía:
-Pero a mí me parece que quieren decir que los buenos son semejantes entre sí y amigos, y que los malos, cosa que se dice de ellos, nunca son semejantes ni siquiera con ellos mismos, sino imprevisibles e inestables. Y lo que es desemejante y diferente consigo mismo difícilmente llegaría a ser semejante a otro y amigo suyo. ¿O no te parece así?
-Me lo parece, dijo.
-Esto, en efecto, insinúan, como creo, oh compañero, los que dicen que lo semejante es amigo de lo semejante, al igual que el bueno sólo es amigo del bueno, y que el malo, ni con el bueno ni con otro malo, puede jamás llegar a una verdadera amistad.
-¿Estás de acuerdo?
Dio muestras de asentimiento.
-Así, pues, ya tendríamos quiénes son amigos, porque nuestro discurso apunta a que lo son los que son buenos [21].
-Eso es lo que me parece, dijo.
-Y a mí, dije yo. Sin embargo, hay algo que me tiene inquieto en todo esto. Sigamos, pues, por todos los dioses, y veamos lo que estoy sospechando. El semejante es amigo del semejante en cuanto semejante, y en este caso, ¿son útiles el uno al otro? O mejor dicho: cualquier cosa semejante a otra cualquiera ¿qué beneficio puede traerle o qué daño causarle, que no se lo haga también a sí mismo? ¿O qué cosa sufrir que no lo sufra también por sí misma? Así pues, ¿cómo pueden tales cosas vincularse entre sí no prestándose mutuamente servicio alguno? ¿Es esto, de algún modo, posible?
-No lo es.
-¿Y cómo querrá el que no sea querido?
-De ninguna manera.
-Pero, entonces, el semejante no es amigo del semejante, aunque bien pudiera serlo el bueno del bueno, no por ser semejante, sino por ser bueno.
-Bien pudiera.
-Pero, ¿cómo? El bueno, en cuanto que bueno, no se bastaría a sí mismo?
-Sí.
-Pero el que se basta a sí mismo no necesita de nadie en su suficiencia.
-¿Por qué no?
-El que no necesita a nadie tampoco se vincularía a nadie.
-En modo alguno.
-El que no se vincula a nadie tampoco ama.
-Verdaderamente no.
-El que no ama, no es amigo.
-No parece.
-¿Cómo, entonces, pueden los buenos, sin más, ser amigos de los buenos, si vemos que, estando ausentes, no se echan de menos ya que son autosuficientes, estando separados- y, si están juntos, no sacan provecho de ello? ¿Qué remedio poner para que tales personas lleguen a tenerse mucha estima?
-Ninguno, dijo.
-Pero no serán amigos, si no llegan a valorarse mucho mutuamente.
-Es verdad.
-¡Mira entonces, Lisis, adónde hemos ido a parar! ¿Es que nos hemos extraviado totalmente?
-¿Cómo ha sido eso?, dijo.
-Alguna vez he oído a alguien que hablaba -y ahora me acabo de acordar- de que lo semejante es lo más enemigo de lo semejante, y lo mismo pasa con los buenos. Y se aducía el testimonio de Hesíodo, cuando decía:
«El alfarero se irrita con el alfarero y el recitador con el recitador // y el mendigo con el mendigo» [22].
Y en todos los otros casos decía que ocurría lo mismo, y que resultaba necesario que los que más se asemejan entre sí están llenos de envidia, de rivalidad, de odio, pero que los que menos se parecen, de amistad [23]. Porque el pobre está obligado a ser amigo del rico y el débil, del fuerte, por la ayuda que ello pueda prestarles, y el enfermo, del médico, y todo el que no sabe tiene que vincularse al que sabe y amarle.
Y continuamente así con su discurso, de una manera aún más grandilocuente, hablando de que carecía de todo fundamento el que lo semejante fuese amigo de lo semejante y de que, más bien, lo que ocurre es lo contrario, porque lo opuesto es lo más amigo de lo opuesto. En consecuencia, es esto, pero no lo semejante, lo que cada uno desea: lo seco a lo húmedo, lo frío a lo caliente, lo amargo a lo dulce, lo agudo a lo obtuso, lo vacío a lo lleno y lo lleno a lo vacío, y así todo lo demás, según el mismo sistema. Pues lo contrario es el alimento de su contrario; pero lo semejante no saca provecho de lo semejante. Y en verdad, compañero, que parecían muy ingeniosas estas cosas que decía. Porque lo cierto es que habló bien [24].
-¿A vosotros, sin embargo -dije-, cómo os parece que habló?
-Muy bien, dijo Menéxeno, al menos en el momento de oírlo.
-¿Diremos, pues, que lo opuesto es lo más amigo de aquello que se le opone?
-Claro que sí.
-Bien, dije yo, y ¿no lo encuentras raro, Menéxeno? ¿Y no- saltarán rápidamente sobre nosotros esos varones sabelotodo, quiero decir esos buscadores de contradicciones, que nos preguntarán si no es la amistad lo más opuesto a la enemistad? [25]. ¿Qué les responderemos? ¿O no estamos obligados a confesar que dicen verdad?
-Sí que lo estamos.
-Así pues, dirán, que lo que más quiere el amigo es lo enemigo, y viceversa.
-Ninguna de las dos cosas, dijo.
-¿Pero sí, lo justo a lo injusto, o lo moderado a lo intemperante, o lo bueno a lo malo?
-No me parece que sea éste el caso. Pero, en verdad, dije yo, si, por oponerse, algo es amigo de algo, necesariamente tendría que haber entremedias un vínculo de amistad.
-Por supuesto.
-Así pues, ni lo semejante es amigo de lo semejante, ni lo opuesto a lo opuesto.
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[20] Alusión a los primeros filósofos, y más concretamente a Empédocles y Anaxágoras, que presentan variaciones sobre el verso de Homero, y para los que el tema de lo semejante, como motor de unión, constituye una idea central. (Cf. ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco 1157» 31 sigs.; 1156b 34 sigs.; 1158» 11 sigs.).
[21] La dificultad surgida de la interpretación platónica sobre la de los primeros que filosofaron «sobre la naturaleza» y sobre el «todo» ha quedado delimitada a un ámbito más reducido, al ámbito moral que interesa principalmente a Sócrates. La atracción de lo semejante por lo semejante parece que sólo puede darse entre los buenos. Sócrates nos ha mostrado alguna de las dificultades que sobrevendrían de no ser así.
[22] Hasíodo, Trabajos y días 25.
[23] El tema de la autosuficiencia del bueno ha llevado a una aporía y, con ello, a una característica esencial de la relación amorosa. Porque, efectivamente, la semejanza puede, en el hombre, provocar alejamiento y diversidad. Los que menos se parecen, son, pues, los que más se necesitan y más se atraen. El problema está, por supuesto, simplificado. La amistad y el amor mezclan semejanzas y diversidades, y de esta aparente desarmonía surge la fundamental atracción. El plano semántico en el que la discusión se mueve permite continuas refe. rencias al lenguaje y a la crítica conceptual.
[24] La teoría de la atracción de los opuestos hace pensar en algunos fragmentos de Heráclito y en su intuición de los diversos componentes de la «armonía invisible». El pasaje está puesto en boca de un posible discípulo de Heráclito. ¿Tal vez Crátilo, el maestro de Platón?
[25] Parece clara la alusión a los procedimientos sofistas de los «discursos dobles» y las oposiciones de significado.
Platón, Lisis 214b-215b
Traducción de E. Lledó
Hola Alan:
ResponderBorrarmuchas gracias por esta entrada. Precisamente en estos dÍas estaba por buscar la fuente que habías mencionado en la discusión pasada. De momento voy de salida, espero no demorar mucho para analizar este tema que ya me empezó a apasionar.
Saludos.
Me alegra que te haya sido útil la entrada, Marion. En la “Biblioteca de Caballo de Letras” existe una liga que te permite visualizar y descargar el Lisis en formato PDF, por si quisieras conocer el diálogo completo (y debo decir que es un muy buen recurso, pues al parecer, el texto con todo y sus notas e introducción es el mismo que publica la prestigiosa Editorial Gredos). Lo que yo coloqué no es más que un fragmento de la discusión en torno a la amistad que Platón hace y no es la postura definitiva dentro del diálogo.
ResponderBorrarTómate tu tiempo para pensar en el tema, pues coincido contigo en que es apasionante. Platón tiene una gracia descomunal para hacer que cualquier tema que aborde, por más sencillo que parezca, sea profundo y complejo, pero siempre interesante.
Yo quiero conocer su conclusión. Iré a la Biblioteca por ella.
ResponderBorrarSale. Luego me dices qué piensas al respecto.
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