—¿Qué hora es? —Sí, soy feliz,
y sólo me falta una campanilla al cuello
que suene encima de ti cuando estés dormido.
—¿Entonces, no has oído la tormenta? El viento ha sacudido
___el muro;
la torre ha bostezado, como un león, con su gran puerta
de goznes chirriantes. —¿Cómo? ¿Lo has olvidado?
Yo llevaba un sencillo vestido gris
abrochado en el hombro. —E inmediatamente después
el cielo se rompió en mil destellos. —Cómo iba a entrar
si no estabas solo. —Vi de repente
los colores anteriores a la existencia de la vista. —Lástima
que no me lo puedas jurar. —Tienes razón,
probablemente fue un sueño. —¿Por qué mientes,
por qué me llamas con su nombre,
la amas todavía? —Oh, sí, me gustaría
que te quedaras conmigo. —No siento rencor,
tendría que haberlo imaginado.
—¿Sigues pensando en él? —No, no estoy llorando.
—¿ Y eso es todo? —A nadie como a ti.
—Por lo menos eres sincera. —Puedes estar tranquilo,
me iré de la ciudad. —Puedes estar tranquila,
me iré de esta ciudad. —Tienes unas manos tan preciosas…
—Es una vieja historia, el filo pasó
sin lesionar el hueso. —No hay de qué,
querido, no hay de qué. —No sé,
ni quiero saber, qué hora es.
Traducción de Abel A. Murcia
Me suena, me suena... (no el poema en sí, sino lo que dice)
ResponderBorrarJaja, OK. Creo que no tienes mucha afinidad con la poesía de Wisława .
ResponderBorrarSeguirá apareciendo en el blog por un buen rato.
Ah... OK. Creo que no dices nada respecto a si te gusta o no el poema, únicamente hablas de que se te hace familiar lo que dice, ¿no?
ResponderBorrarEso último. Exactamente.
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