Fue ella.
__________Me lo dijo
por teléfono.
__________Ella:la que no debería
morir jamás. (No), (Nunca)
—aunque estos diecisiete
años sin su desnudo...—
No importa. (En aquel tiempo
no existían los móviles).
Me lo leyó.
__________Le dije
tras dos largos, intensos
silencios respirando,
que era la hostia (la hostia)
—por entonces mi idioma
era mejor que éste
que hoy uso, o por lo menos
se me entendía más—:
"es cojonudo, tía".
Me sonaba. No quise
aventurar un nombre.
No tenía ni idea:
no tenía ni puta
idea.
__________Entonces dijo
—ella, la que no muere—
justo antes de colgar
las palabras más bellas
que un hombre escuchó nunca
de labios de mujer:
"es tuyo, gilipollas".
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Cuando conocí a Urceloy me habló de este poema y dijo que el suceso que lo inspiró realmente ocurrió: una mujer con la que había tenido algo en el pasado le llamó un día y le leyó unos versos que le sonaron familiares pero él aun así no fue capaz de reconocer al autor, siendo él mismo.
Yo no conocía a Urceloy (hasta hoy), me sonó a traducción de Bukowski.
ResponderBorrarDivertida anécdota.