Estaría bien saber […] si de verdad existe la amistad. No me refiero al placer momentáneo que sienten dos personas que se encuentran por causalidad, a la alegría que les embarga porque en un momento dado de su vida comparten las mismas ideas acerca de ciertas cuestiones, o porque comparten sus gustos y aficiones. Eso todavía no es amistad. A veces pienso que la amistad es la relación más intensa de la vida... y que por eso se presenta en tan pocas ocasiones. ¿Qué se esconde detrás de la amistad? ¿Simpatía? Se trata de una palabras hueca, poco consistente, cuyo contenido no puede ser suficiente para que dos personas se mantengan unidas, incluso en las situaciones más adversas, ayudándose y apoyándose de por vida... ¿por pura simpatía? ¿O se trata quizás de otra cosa?... ¿Habrá tal vez cierto erotismo en el fondo de cada relación humana? Aquí, en mi soledad, en mis bosques, al tratar de comprender los múltiples aspectos de la vida, puesto que no tenía otra cosa que hacer, algunas veces lo he llegado a pensar. Naturalmente, la amistad es algo distinto, no tiene nada que ver con la atracción enfermiza de quienes buscan la satisfacción con personas de su propio sexo. Al erotismo de la a mistad no le hace falta el cuerpo... no le es atractivo, resulta incluso inútil. Sin embargo, no deja de ser erotismo. En el fondo de todo amor, de todo cariño, de toda relación humana late el erotismo. ¿Sabes?, he estado leyendo mucho […]. Hoy se escribe de todo esto con más libertad. También he releído muy a menudo a Platón, puesto que en la Academia no entendí nada de lo que quería decir. La amistad, así lo creo (aunque tú, que has recorrido medio mundo, sabrás de esto mucho más de lo que yo haya podido dilucidar en mi soledad rural), la amistad, es la relación más noble que pueda haber entre los seres humanos. Es curioso: los animales también la conocen. Existe la amistad entre los animales, el altruismo, la disposición para ayudar. Un conde ruso ha escrito sobre ello… no me acuerdo de su nombre. Existen leones y urogallos, y también otros animales de distinto género y procedencia, que intentan ayudar a los de su especie cuando se encuentran en apuros, incluso tratan de salvar a animales de otras especies: lo he visto con mis propios ojos. ¿Has visto algo parecido en el extranjero?... Allí seguramente la amistad significa otra cosa, más desarrollada, más moderna que aquí, en este mundo nuestro tan pasado. Los seres humanos organizan su ayuda común... aunque a veces les cuesta vencer los obstáculos que se presentan; siempre, en cada comunidad de seres vivos, hay personas fuertes y abnegadas. He visto cientos de casos en el mundo animal. Entre los hombres he visto menos. Para ser exactos, no he visto ninguno. Las relaciones basadas en la simpatía que he visto nacer y desarrollarse entres los seres humanos han terminado ahogándose invariablemente en los cenagales de la egolatría y de la vanidad. El compañerismo y la camaradería adquieren en ocasiones el aspecto de la amistad. Los intereses en común pueden producir situaciones humanas que se parecen a la amistad. También la soledad hace que las personas se refugien en relaciones más íntimas: al final se arrepienten, aunque al principio crean que esa intimidad es ya una forma de amistad. Claro, todo esto no tiene nada que ver con la verdadera amistad. Uno está convencido, y mi padre todavía lo entendía así, de que la amistad es un servicio. Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún galardón, no idealiza a la persona que ha escogido como amiga, ya que conoce sus defectos y la acepta así, con todas sus consecuencias. Esto sería el ideal. Ahora hace falta saber si vale la pena vivir, si vale la pena ser hombre sin un ideal así. Y si un amigo nuestro se equivoca, si resulta que no es un amigo de verdad, ¿podemos echarle la culpa por ello, por su carácter, por sus debilidades? ¿Qué valor tiene una amistad si sólo amamos en la otra persona sus virtudes, su fidelidad, su firmeza? ¿Qué valor tiene cualquier amor que busca una recompensa? ¿No sería obligatorio aceptar al amigo desleal de la misma manera que aceptamos al abnegado y fiel? ¿No sería justamente la abnegación la verdadera esencia de cada relación humana, una abnegación que no pretende nada, que no espera nada del otro? ¿Una abnegación que cuanto más da, menos espera a cambio? Y si uno entrega a alguien toda la confianza de su juventud, toda la disposición al sacrificio de su edad madura y finalmente le regala lo máximo que un ser humano puede dar a otro, si le regala toda su confianza ciega, sin condiciones, su confianza apasionada, y después se da cuenta de que el otro le es infiel y se comporta como un canalla, ¿tiene derecho a enfadarse, a exigir venganza? Y si se enfada y pide venganza, ¿ha sido un amigo él mismo, el engañado y abandonado? ¿Ves?, ese tipo de cuestiones técnicas me han ocupado desde que me quedé solo. Por supuesto que la soledad no me ha dado la menor respuesta. Los libros tampoco me han dado la respuesta acertada. Ni los antiguos, los tratados de los pensadores chinos, hebreos o latinos, ni los modernos, que utilizan expresiones sin eufemismos, pero se quedan sólo en el nivel de las palabras y tampoco llegan a la verdad. Pero además… ¿alguien ha dicho o escrito alguna vez la verdad?... También he pensado en esto muchas veces desde que empecé a buscar en mi alma y en los libros. El tiempo iba pasando y la vida se volvía cada vez más confusa a mi alrededor. Los libros y los recuerdos se acumulaban y se volvían cada vez más coherentes. Cada libro contenía una pizca de la verdad, y cada recuerdo me confirmaba que uno reconoce en vano la verdadera naturaleza de las relaciones humanas, y que tampoco se hace más sabio a fuerza de conocimientos. Por eso no tenemos ningún derecho a exigir ni la verdad ni la fidelidad de aquel a quien un día aceptamos como amigo, ni siquiera aunque los acontecimientos hayan demostrado que ese amigo ha sido infiel.
El último encuentro
Capítulo 13 (fragmento)
Sándor Márai
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Exquisita la prosa de Márai, precisa, melancólica, elegante. Es de mis escritores favoritos.
Hace tiempo platicaba con un amigo, estudiante de psicología, y sin dar mucha importancia a mis palabras le dije: el amor de pareja tiene como fin la reproducción de la especie, el amor entre padres e hijos sirve para proteger al hombre en su edad más temprana, pero ¿cuál es el fin de la amistad? Es un amor inútil, el más innecesario de todos.
Por supuesto, lo dije bromeando, como cuando expongo o sostengo ideas en las que simplemente no creo. No pensé que se lo tomara muy en serio, pero la siguiente ocasión en que nos vimos lo primero que hizo fue darme una respuesta: Tienes razón, la amistad es tal vez el amor más prescindible , pero cómo ayuda a sobrellevar la vida...
¿Amigos traidores, infieles, deshonestos? Es tan fácil engañarse a uno mismo al decir que ya no los amamos. Casi siempre vivimos una hermosa mentira.
Y si es cierto que no tenemos derecho a demandar nada de un amigo, ¿quién es el traidor, quién el infiel? ¿Aquél que sentimos que nos ha herido y sobre quien hemos descargado millares de improperios? ¿O será que quienes han corrompido la idea de amistad y de lo que se puede esperar de ella somos nosotros mismos?
Pero es tan bello sentirse amado...
Alan
4 comentarios:
Creo recordar que una de las preguntas era algo así como: ¿Qué parte de culpa tuve yo en todo eso?
Perdón, Rubén. ¿A qué preguntas te refieres? ¿A las que el General le hace a su amigo al final de la novela?
Sí, sentirse amado desinteresadamente.
Pero en serio.
Sí, de que es bello, es bello.
Pero hay un delicado equilibrio entre lo que anhelamos que los demás nos den y el forzar, inducir, manipular, o cualquier verbo que refleje la acción deliberada y sutil, a los amigos para que nos den eso.
Ahí entra el anhelo por el desinterés. Es paradójico, pero a veces el querer que nos amen desinteresadamente se puede volver en un HACER que nos amen incondiconalmente. Esta es una de las más misteriosas contradicciones del ser humano.
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