"Todos los hombres tienen por naturaleza el deseo de saber", dice Aristóteles al comienzo de su Metafísica, justificando así de antemano este "saber que se busca". Mas, pasando por alto que en efecto todos los hombres necesiten este saber, se presenta en seguida la pregunta en que pedimos cuenta a la filosofía. ¿Cómo si todos te necesitan, tan pocos son los que te alcanzan?
viernes, 27 de marzo de 2009
Todos lo necesitan pero pocos lo alcanzan...
"Todos los hombres tienen por naturaleza el deseo de saber", dice Aristóteles al comienzo de su Metafísica, justificando así de antemano este "saber que se busca". Mas, pasando por alto que en efecto todos los hombres necesiten este saber, se presenta en seguida la pregunta en que pedimos cuenta a la filosofía. ¿Cómo si todos te necesitan, tan pocos son los que te alcanzan?
Parábola del palacio; J. L. Borges
Aquel día, el Emperador Amarillo mostró su palacio al poeta. Fueron dejando atrás, en largo desfile, las primeras terrazas occidentales que, como gradas de un casi inabarcable anfiteatro, declinan hacia un paraíso o jardín cuyos espejos de metal y cuyos intrincados cercos de enebro prefiguraban ya el laberinto. Alegremente se perdieron en él, al principio como si condescendieran a un juego y después no sin inquietud, porque sus rectas avenidas adolecían de una curvatura muy suave pero continua y secretamente eran círculos. Hacia la medianoche, la observación de los planetas y el oportuno sacrificio de una tortuga les permitieron desligarse de esa región que aprecia hechizada, pero no del sentimiento de estar perdido, que los acompañó hasta el fin. Antecámaras y patios y bibliotecas recorrieron después y una sala exagonal con una clepsidra, y una mañana divisaron desde una torre un hombre de piedra, que luego se les perdió para siempre. Muchos resplandecientes ríos atravesaron en canoas de sándalo, o un solo río muchas veces. Pasaba el séquito imperial y la gente se prosternaba, pero un día arribaron a una isla en que alguno no lo hizo, por no haber visto nunca al Hijo del Cielo, y el verdugo tuvo que decapitarlo. Negras cabelleras y negras danzas y com-plicadas mascaras de oro vieron con indiferencia sus ojos; lo real se confundía con lo soñado o, mejor dicho, lo real era una de las configuraciones del sueño. Parecía imposible que la tierra fuera otra cosa que jardines, aguas, arquitecturas y formas de esplendor. Cada cien pasos una torre cortaba el aire; para los ojos el color era idéntico, pero la primera de todas era amarilla y la última escarlata, tan delicadas eran las gradaciones y tan larga la serie.
Al pie de la penúltima torre fue que el poeta (que estaba como ajeno a los espectáculos que eran maravilla de todos) recitó la breve composición que hoy vinculamos indisolublemente a su nombre y que, según repiten los historiadores mas elegantes, le deparó la inmortalidad y la muerte. El texto se ha perdido; hay quien entiende que constaba de un verso; otros, de una sola palabra. Lo cierto, lo increíble, es que en el poema estaba entero y minucioso el palacio enorme, con cada ilustre porcelana y cada dibujo en cada porcelana y las penumbras y las luces de los crepúsculos y cada instante desdichado o feliz de las gloriosas dinastías de mortales, de dioses y de dragones que habitaron en el desde el interminable pasado. Todos callaron, pero el Emperador exclamó: ¡Me has arrebatado el palacio! y la espada de hierro del verdugo segó la vida del poeta.
Otros refieren de otro modo la historia. En el mundo no puede haber dos cosas iguales; bastó (nos dicen) que el poeta pronunciara el poema para que desapareciera el palacio, como abolido y fulminado por la última sílaba. Tales leyendas, claro está, no pasan de ser ficciones literarias. El poeta era esclavo del emperador y murió como tal; su composición cayó en el olvido porque merecía el olvido y sus descendientes buscan aún, y no encontrarán, la palabra del universo.
De: El hacedor
jueves, 26 de marzo de 2009
La retórica es al alma lo que la culinaria es al cuerpo
SÓCRATES. –– Voy a intentar explicar lo que me parece la retórica; si no es como yo pienso, aquí está Polo que me refutará. ¿Existe algo a lo que llamas cuerpo y algo a lo que llamas alma?
GORGIAS. –– ¿Cómo no?
SÓC. –– ¿Crees que hay para cada uno de ellos un estado saludable?
GOR. –– Sí.
SÓC. ––¿Y no es posible un estado saludable aparente sin que sea verdadero? Por ejemplo, hay muchos que parece que tienen sus cuerpos en buena condición y difícilmente alguien que no sea médico o maestro de gimnasia puede percibir que no es buena.
GOR. –– Tienes razón.
SÓC. –– Digo que esta falsa apariencia se encuentra en el cuerpo y en el alma, y hace que uno y otra produzcan la impresión de un estado saludable que en realidad no tienen.
GOR. ––Así es.
SÓC. –– Veamos, pues; voy a aclararte, si puedo, lo que pienso con una exposición seguida. Digo que, puesto que son dos los objetos, hay dos artes, que corresponden una al cuerpo y otra al alma; llamo política a la que se refiere al alma, pero no puedo definir con un solo nombre la que se refiere al cuerpo, y aunque el cuidado del cuerpo es uno, lo divido en dos partes: la gimnasia y la medicina; en la política, corresponden la legislación a la gimnasia, y la justicia a la medicina. Tienen puntos en común entre sí, puesto que su objeto es el mismo, la medicina con la gimnasia y la justicia con la legislación; sin embargo, hay entre ellas alguna diferencia. Siendo estas cuatro artes las que procuran siempre el mejor estado, del cuerpo las unas y del alma las otras, la adulación, percibiéndolo así, sin conocimiento razonado, sino por conjetura, se divide a sí misina en cuatro partes e introduce cada una de estas partes en el arte correspondiente, fingiendo ser el arte en el que se introduce; no se ocupa del bien, sino que, captándose a la insensatez por medio de lo más agradable en cada ocasión, produce engaño, hasta el punto de parecer digna de gran valor. Así pues, la culinaria se introduce en la medicina y finge conocer los alimentos más convenientes para el cuerpo, de manera que si, ante niños u hombres tan insensatos como niños, un cocinero y un médico tuvieran que poner en juicio quién de los dos conoce mejor los alimentos beneficiosos y nocivos, el médico moriría de hambre. A esto lo llamo adulación y afirmo que es feo, Polo ––pues es a ti a quien me dirijo––, porque pone su punto de mira en el placer sin el bien; digo que no es arte, sino práctica, porque no tiene ningún fundamento por el que ofrecer las cosas que ella ofrece ni sabe cuál es la naturaleza de ellas, de modo que no puede decir la causa de cada una. Yo no llamo arte a lo que es irracional; si tienes algo que objetar sobre lo que he dicho, estoy dispuesto a explicártelo.
Gorgias 464a-466a, Platón
God above and beyond all we can ask or think...
"I am what some would say 'holy, and wholly other than you.' The problem is that many folks try to grasp some sense of who I am by taking the best version of themselves, projecting it to the nth degree, factoring in all the goodness they can perceive, which often isn't much, and then call that God. And while it may seem like a noble effort, the truth is that it falls pitifully short of who I really am. I'm not merely the best version of you that you can think of. I am far more than that, above and beyond all you can ask or think. "
The Shack, page 98.
Windblow Media, 2007
Wm. Paul Young in collaboration with
lunes, 23 de marzo de 2009
Procrastination and masturbation...
Procrastination is like masturbation. At first it feels good, but in the end you're only screwing yourself.
-Anonymous
sábado, 21 de marzo de 2009
Omnipotencia, omnipresencia y omnisciencia
Estaba pensando... ¿no se puede considerar que la omnipresencia y la omnisciencia no son más que expresiones de la omnipotencia? Digo, bastaría que un ser omnipotente quisiera ser omnipresente y omnisciente para serlo.
Luego pensé que tal vez no sería posible que unas provinieran de otra en Dios, pues si siempre las ha poseído (si alguna le faltara no sería Dios), las tres están al mismo nivel y son distintas.
Bodas de oro; Wisława Szymborska
SEGURO QUE UNA VEZ FUERON DISTINTOS,
fuego y agua, se distinguían violentamente,
se robaban y obsequiaban
en el deseo, en el asalto a la no semejanza.
Abrazados, se apropiaron y expropiaron
tanto tiempo
que en sus brazos sólo quedó un aire
transparente, después de que volaran los relámpagos.
Un día, la respuesta llegó antes que la pregunta.
Una noche, adivinaron la expresión de sus ojos
por el tipo de silencio, en la oscuridad.
El sexo se difumina, los secretos se marchitan,
las diferencias se encuentran en las semejanzas
como en el blanco todos los colores.
¿Cuál de ellos es doble y quién falta aquí?
¿Quién sonríe con dos sonrisas?
¿La voz de quién suena a dos voces?
¿En qué sentimiento se inclinan las cabezas?
¿De quién es el gesto que lleva las cucharas a la boca?
¿Quién le arrancó la piel a quién aquí?
¿Quién vive aquí y quién ha muerto
enredado en las líneas de la mano de quién?
Lentamente, de mirar fijamente nacen gemelos.
La familiaridad es la mejor de las madres:
no favorece a ninguno de sus hijos
y apenas si recuerda quién es quién.
En sus bodas de oro, en ese día solemne,
una paloma, vista idénticamente, se posó en la ventana.
jueves, 19 de marzo de 2009
Verso libre y verso medido. Manifiesto; Alejandro Marzioni
Este es un sencillo manifiesto. En resumen, ubica al verso libre y al medido, y a sus mutuos detractores, en el lugar que les corresponde al proponer lo siguiente:
Que sí es posible llegar a estos vicios, pero que no es culpa de las formas adoptadas, sino de quien las utiliza. En última instancia, es el poeta quien es bueno o malo empleándolas y prueba de ello es que en ambos modos de hacer poesía existen tanto trabajos bellos como mediocres.
miércoles, 18 de marzo de 2009
Lo indecible del reencuentro...
Estas bellas palabras las dijo Hasán Badr-al Din a quien en ese entonces no sabía que era su hijo perdido, Achib, en la noche veintidós de las Mil y Una Noches, dentro la historia de Nur al-Din y su hermano Sams al-Din:
¡Tanto he deseado la presencia de quien amo, que al verlo he
__quedado parado, mudo y ciego!
He inclinado, en honor suyo, la cabeza y he intentado ocultar lo
__que por mí pasaba, pero en vano.
Había preparado lágrimas enteras para alabarlo. Pero en
__cuanto nos hemos reunido, no he encontrado ni una palabra.
Me parecen bellas no tanto por la forma, sino porque expresan muy bien lo que a algunos nos ha ocurrido.
Es tan bello quedarse sin palabras ante alguien que no hemos visto en mucho tiempo, tan bello luchar en ese instante en que parece que quedamos mudos y en que quien tenemos frente a nosotros no intenta tanto hablar, sino que se apresura a la sonrisa y al abrazo.
martes, 17 de marzo de 2009
Diogenes Laertius on the Skeptics
The skeptics, then, were constantly engaged in overthrowing the dogmas of all schools, but enunciated none themselves; and though they would go so far as to bring forward and expound the dogmas of the others, they themselves laid down nothing definitely, not even the laying down of nothing. So much so that they even refuted their laying down of nothing, saying, for instance, “We determine nothing,” since otherwise they would have been betrayed into determining… (D.L. IX 74).
Lives of Eminent Philosophers
Diogenes Laertius
domingo, 15 de marzo de 2009
Con el corazón a vueltas; Maŷnūn Laylà
Mi corazón es un extraño entre las costillas.
Llama, sin respuesta, a quien ama.
Le ciñe el pesar
pues cada día la pasión y el llanto llaman a su puerta.
La pena se me ha llevado el corazón,
pues mi corazón, desde que tengo conocimiento,
herido está.
Si todos los corazones fueran como mi corazón
no habría ya corazones.
Alabando su manera de hacerlo; Gabriel Zaid
¡Qué bien se hace contigo, vida mía!
Muchas mujeres lo hacen bien
pero ninguna como tú.
La Sulamita, en la gloria,
se asoma a verte hacerlo.
Y yo le digo que no,
que no nos deje, que ya lo escribiré.
Pero si lo escribiese
te volverías legendaria.
Y ni creo en la poesía autobiográfica
ni me conviene hacerte propaganda.
Ahora resulta que los espartanos y los cretenses eran los más sabios...
__El amor por la ciencia* es muy antiguo y muy grande entre los griegos en Creta y en Lacedemonia, y hay numerosísimos sofistas en aquellas tierras. Pero ellos lo niegan y se fingen ser ignorantes, para que no se descubra que aventajan en sabiduría a los demás griegos, como los sofistas que mencionaba Protágoras; y aparentan, en cambio, ser superiores en el combatir y en el coraje, pensando que si se conociera en qué son superiores, todos se ejercitarían en ello, en la sabiduría. Ahora, pues, ocultándolo, tienen engañados a los laconizantes de las otras ciudades y éstos se desgarran las orejas por imitarlos, se rodean las piernas con correas, hacen gimnasia y llevan mantos cortos, como si fuera con estas cosas como dominaran los lacedemonios a los griegos. Pero, cuando los lacedemonios quieren tratar libremente con sus sofistas, y ya se han cansado de tratarlos a escondidas, llevan a cabo una expulsión de extranjeros, de esos laconizantes y de cualquier otro extranjero que se halle de visita, y se reúnen con sus sofistas, sin que se enteren los extranjeros; por otra parte, no permiten a ninguno de los jóvenes salir a otras ciudades, como tampoco lo permiten los cretenses, para que no desaprendan lo que ellos les enseñaron. En estas ciudades, no sólo los hombres están orgullosos de su educación, sino también las mujeres. Podéis daros cuenta de que digo la verdad y de que los lacedemonios se hallan óptimamente educados en la filosofía y los discursos en esto: si uno quiere charlar con el más vulgar de los lacedemonios, encontrará que en muchos temas en la conversación parece algo tonto, pero luego, en cualquier punto de la charla, dispara una palabra digna de atención, breve y condensada, como un terrible arquero, de modo que su interlocutor no parece más que un niño.
__De eso mismo ya se han dado cuenta algunos de los actuales y de los antiguos, de que laconizar es más bien dedicarse a la sabiduría que a la gimnasia, conociendo que ser capaz de pronunciar tales frases es propio de un hombre perfectamente educado. Entre ésos estaban Tales de Mileto, Pítaco de Mitilene, Bías de Priene, nuestro Solón, Cleobulo de Lindos y Misón de Quenea, y como séptimo del grupo se nombra al lacedemonio Quilón. Todos ellos eran admiradores y apasionados discípulos de la educación lacedemonia. Puede uno comprender que su sabiduría era de ese tipo, al recordar las breves frases dichas por cada uno, que ellos, de común acuerdo, como principio de la sabiduría dedicaron en inscripción a Apolo en su templo de Delfos, grabando lo que todo el mundo repite: «Conócete a ti mismo» y «De nada demasiado».
_____________
*La philosophía, entendida en sentido amplio. Todo el discurso de Sócrates, al calificar como muy amables de la sabiduría y de la discusión a los espartanos y a los cretenses, extremadamente conservadores y apegados a normas rígidas, es una clara parodia, en tono irónico, de las arengas de algunos sofistas. Por otro lado, algunos comentaristas han señalado que Platón no dejaba de sentir una admiración notoria por esos pueblos austeros, como muestra el modelo político de las Leyes.
Platón, Protágoras 342b-343b
lunes, 9 de marzo de 2009
La doctrina sagrada, ¿es o no es ciencia?; Santo Tomás de Aquino
__2. Más aún. La ciencia no trata lo individual. La doctrina sagrada, por su parte, sí lo hace cuando nos relata hechos concretos de Abraham, Isaac, Jacob y otros. Por lo tanto, la doctrina sagrada no es ciencia.**
__En cambio está lo que dice Agustín en el XIV De Trinitate: A esta ciencia pertenece solamente aquello con lo que se fecunda, alimenta, defiende y robustece la fe que salva. Esto corresponde sólo a la doctrina sagrada, no a ninguna otra ciencia. Por lo tanto, la doctrina sagrada es ciencia.
__Solución. Hay que decir: La doctrina sagrada es ciencia. Hay dos tipos de ciencias. 1) Unas, como la aritmética, la geometría y similares, que deducen sus conclusiones a partir de principios evidentes por la luz del entendimiento natural. 2) Otras, por su parte, deducen sus conclusiones a partir de principios evidentes, por la luz de una ciencia superior. Así, la perspectiva, que parte de los principios que le proporciona la geometría; o la música, que parte de los que le proporciona la aritmética. En este último sentido se dice que la doctrina sagrada es ciencia, puesto que saca sus conclusiones a partir de los principios evidentes por la luz de una ciencia superior, esto es, la ciencia de Dios y de los Santos. Así, pues, de la misma forma que la música acepta los principios que le proporciona el matemático, la doctrina sagrada acepta los principios que por revelación le proporciona Dios.
Respuesta a las objeciones: 1. A la primera hay que decir: Los principios de una ciencia cualquiera o son evidentes o quedan reducidos a los que le proporciona una ciencia superior. Estos últimos son los principios propios de la doctrina sagrada tal como se ha dicho (sol.).
2. A la segunda hay que decir: Los hechos concretos que aparecen en la doctrina sagrada no son tratados como objetivo principal, sino como ejemplo a imitar; así ocurre en la moral. O también para declarar la autoridad de aquellos nombres por los que se nos ha transmitido la revelación divina que es el fundamento de la Escritura o Doctrina Sagrada.
**Notar que Sto. Tomás toma las dificultades de lo más cuestionable, habida cuenta del concepto aristotélico de ciencia: la teología carece de principios evidentes, y trata de realidades singulares.
miércoles, 4 de marzo de 2009
Historia del pensamiento; Manuel Acuña
Cuando a su nido vuela el ave pasajera
A quien amparo disteis, abrigo y amistad
Es justo que os dirija su cántiga postrera,
Antes que triste deje, vuestra natal ciudad.
Al pájaro viajero que abandonó su nido
Le disteis un abrigo, calmando su inquietud;
¡Oh! tantos beneficios, jamás daré al olvido
durable cual mi vida será mi gratitud.
En prueba de ella os dejo lo que dejaros puedo,
Mis versos, siempre tristes, pero los dejo así;
Porque pienso, a veces que entre sus letras quedo,
Porque al leerlos creo que os acordáis de mí.
Voy, pues, a referiros una sencilla historia,
Que en mi alma desolada, honda impresión dejó;
Me la contaron... ¿Dónde?... es frágil mi memoria...
Acaso el héroe de ella... o bien, la soñé yo.
Era una linda rosa, brillante enredadera,
Tan pura, tan graciosa, espléndida y gentil
Que era el mejor adorno de la feliz pradera,
La joya más valiosa del floreciente abril.
Al pie de ella crecía un pobre pensamiento,
Pequeño, solitario, sin gracia ni color;
Pero miró a la rosa y respiró su aliento
Y concibió por ella el más profundo amor.
Mirando a su querida pasaba noche y día.
Mil veces ¡ay! le quiso su pena declarar;
Pero tan lejos siempre, tan lejos la veía,
Que devoraba a solas su pena y su pesar.
A veces le mandaba sus tímidos olores,
Pensando que llegaba hasta su amada flor;
Pero la brisa, al columpiar las flores,
Llevábase muy lejos la pena de su amor.
El pobre pensamiento mil lágrimas vertía,
Desoladoras lágrimas, de acíbar y de hiel,
Mientras la joven rosa, sin ver a otras crecía,
Y mientras más crecía, más se alejaba de él.
Llega un jazmín en tanto a la pradera bella,
También él a la rosa al punto que la vio;
Pero él fue mas dichoso, pudo llegar hasta ella,
Le declaró su pena, y al fin la rosa amó...
¿Comprenderéis ahora al pobre pensamiento,
Al ver correspondido a su feliz rival?
¿No comprendéis su horrible, su bárbaro tormento
Al verse condenado a suerte tan fatal?
Después lo transplantaron; vivió en otras praderas
Indiferiencia, olvido y hasta placer fingió:
Miraba flores lindas, brillantes y hechiceras,
Pero su amor constante y fiel compareció.
Por fin una mañana, estando muy distante,
El céfiro contóle las bodas del jazmín;
Él escuchó sonriente, y ciego y delirante,
loco placer fingiendo, creyó olvidar al fin.
Pero al siguiente día con lágrimas le vieron
Las flores, e ignorando su oculto padecer,
«Tú lloras, pensamiento, tú lloras», le dijeron:
«No es nada, contestóles, es llanto de placer».
...................................................
Ved la sencilla historia que os ofrecí contaros,
Acaso os entristezca pero la dejo así;
Adiós, adiós, ya parto; me atrevo a suplicaros
Que la leáis a solas y os acordéis de mí.
La tristeza del pensamiento
Hemos sido creados, por así decirlo, «entristecidos». En esta idea está, casi indudablemente, el «ruido de fondo» de lo bíblico, de las relaciones causales entre la adquisición ilícita del conocimiento, de la discriminación analítica, y la expulsión de la especie humana de una felicidad inocente. Un velo de tristeza (tristitia) se extiende sobre el paso, por positivo que sea, del homo al homo sapiens. El pensamiento lleva dentro de sí un legado de culpa.
Traducción de María Condor
Como se ve, tanto el título del libro como el fragmento no son muy alentadores que digamos. En esta obra Steiner se dedica a dar esas posibles (y qué bueno que las maneje como posibles) razones por las que el simple acto de pensar no pueda ser considerado como algo neutro (ni triste ni feliz), sino que ya el pensar, en sí, es algo triste.
Analizando el fragmento es cierto que existen posturas con las que no podemos estar de acuerdo si es que nos llamamos cristianos, una de ellas es la idea de haber sido creados entristecidos, pues vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera (Génesis 1:31). Sin embargo, la idea de que la tristeza ronda siempre en el acto de pensar es posible —me agrada esa palabra— en nosotros. Steiner mismo hace referencia a lo bíblico como una de las fuentes que señalan la idea de la tristeza del pensamiento. En esto no se equivoca: la Biblia sí nos muestra a lo largo de sus pasajes que la condición actual del ser humano es triste, que hay un ruido de fondo, algo molesto en la existencia humana de por sí (y esto abarca el pensamiento), pero que esto no fue desde siempre así.
En todo caso, bien podría un apologeta encontrar un eco en estos pasajes para explicar nuestra condición actual.
Yo mismo admito que el tono inicial de esta reflexión es algo melancólico. No obstante, también es cierto que podemos ser felices, o por lo menos, hallar en nuestra existencia momentos de felicidad. Una cosa es segura si lo que Steiner llama posible es un hecho: la felicidad plena no podría provenir nunca de nuestros pensamientos, pues pensar, incluso para ser felices sería evocar la tristeza.
¿Desalentador? Depende…
Para un incrédulo que se encuentre solo con su pensamiento para aprehender el mundo (en el sentido filosófico, que abarca más allá de lo físico) lo es, pues las razones de Steiner nos hacen darnos cuenta de lo limitado, miserable y triste de nuestro pensamiento. ¡El pensamiento! ¡Aquello que es la gloria del homo sapiens! Oh, qué gloria… qué gloria tan limitada y frágil si pretendemos apoyarnos únicamente en ella.
Un cristiano que lee el libro de Steiner bien podría estar gozoso por lo mismas circunstancias que el incrédulo: ambos tendrían frente a sus ojos las mismas letras, incluso los pasajes en los que Steiner coloca a la religión y la idea de Dios como otro fútil producto del pensamiento, como algo inaccesible. Podemos gozarnos porque todo lo dicho permitiría corroborar lo que se aprecia en la Biblia:
Que el pensamiento en un origen era bueno, y lo sigue siendo, sólo que ahora se ve empeñado por la tristeza, así como la tierra sigue produciendo frutos aunque tengamos que ganarlos con el sudor de nuestra frente y entre espinos. Como todo lo que existe aparte de Dios, nosotros y cualquier cosa que poseamos puede convertirse en un ídolo al tomar su lugar.
Si deificamos el pensamiento como aquello que puede revelar, penetrar y comprenderlo todo, nos exponemos al peligro de confiar en algo limitado, que nunca puede salir fuera de sí mismo, y esto revelado por nuestro propio pensamiento. No sería entonces sorpresa hallar que hay tristeza en esto.
Como alternativa, el cristianismo propone la vía de la revelación: conocimiento que ciertamente llega a través del pensamiento, pero que no tiene su origen en él, sino en la Verdad misma; y sí, el cristianismo afirma que la Verdad es una persona.
domingo, 1 de marzo de 2009
Algunos versos de Ŷamīl Buṯayna
Paso mi mirada por el cielo
por si acaso con la suya coincidiera.
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Agua fresca
Me acerqué a escondidas para allanar su morada
hasta penetrar ocultándome en la entrada.
Ella dijo: ¡por mi hermano; por mi padre, cuyo castigo temo:
si no sales, alertaré a la gente!
Salí sin que me vieran;
entonces ella sonrió,
vi que con su mano no ofrecía resistencia
y, cogiéndola por las sienes, la besé en la boca
como hace el sediento con el cántaro de agua fresca.
La poesía árabe clásica