Este es un sencillo manifiesto. En resumen, ubica al verso libre y al medido, y a sus mutuos detractores, en el lugar que les corresponde al proponer lo siguiente:
Que la belleza de la poesía no depende de la forma empleada; es decir, que es mentira que de por sí el verso medido constriña y sea un obstáculo para la expresión de las ideas, así como también lo es el decir que de entrada el verso libre hace que cualquier cosa parezca poesía.
Que sí es posible llegar a estos vicios, pero que no es culpa de las formas adoptadas, sino de quien las utiliza. En última instancia, es el poeta quien es bueno o malo empleándolas y prueba de ello es que en ambos modos de hacer poesía existen tanto trabajos bellos como mediocres.
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