Este es el animal que no existe. Aunque ellos
no lo sabían y, como fuera, lo amaron
—su manera de andar, su carácter, su cuello,
hasta la luz que había en su mirar tranquilo.
Es cierto, no existía. Pero porque lo amaban
se hizo un animal puro. Dejaron siempre espacio.
Y en el espacio claro y que quedaba libre
le fue fácil alzar la cabeza y apenas
necesitó existir. Nunca lo alimentaron
con grano, sólo con la posibilidad
de ser. Y ésta le dio fuerza al animal
que un cuerno le creció en plena frente. Un cuerno.
Se acercó a una doncella, rebosando blancura,
y existió en el espejo de plata al par que en ella.
Traducción de Jesús Munárriz
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