Los Ángeles de Swedenborg
Durante los últimos veinticinco años de su estudiosa vida, el eminente hombre de ciencia y filósofo Emanuel Swedenborg (1688-1772) fijó su residencia en Londres. Como los ingleses son taciturnos, dio en el hábito cotidiano de conversar con demonios y ángeles. El Señor le permitió visitar las regiones ultraterrenas y departir con sus habitantes. Cristo había dicho que las almas, para entrar en el cielo, deben ser justas; Swedenborg añadió que deben ser inteligentes; Blake estipularía después que fueran artísticas. Los Ángeles de Swedenborg son las almas que han elegido el Cielo. Pueden prescindir de palabras; basta que un Ángel piense en otro para tenerlo junto a Él. Dos personas que se han querido en la tierra forman un solo Ángel. Su mundo está regido por el amor; cada Ángel es un Cielo. Su forma es la de un ser humano perfecto; la del Cielo lo es asimismo. Los Ángeles pueden mirar al norte, al sur, al este o al oeste; siempre verán a Dios cara a cara. Son ante todo teólogos; su deleite mayor es la plegaria y la discusión de problemas espirituales. Las cosas de la tierra son símbolos de las cosas del Cielo. El sol corresponde a la divinidad. En el Cielo no existe tiempo; las apariencias de las cosas cambian según los estados de ánimo. Los trajes de los Ángeles resplandecen según su inteligencia. En el Cielo los ricos siguen siendo más ricos que los pobres, ya que están habituados a la riqueza. En el Cielo, los objetos, los muebles y las ciudades son más concretos y complejos que los de nuestra tierra; los colores, más variados y vívidos. Los Ángeles de origen inglés propenden a la política; los judíos al comercio de alhajas; los alemanes llevan libros que consultan antes de contestar. Como los musulmanes están acostumbrados a la veneración de Mahoma, Dios los ha provisto de un Ángel que simula ser el Profeta. Los pobres de espíritu y los ascetas están excluidos de los goces del Paraíso porque no los comprenderían.
De: El libro de los seres imaginarios
J. L. Borges con Margarita Guerrero
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El sarcasmo y el fino humor se hacen patentes en esta descripción. Lo que me deja pensando son las añadiduras que los hombres hacen a la doctrina de Cristo como meras proyecciones de lo que cada uno es… al sabio le conviene que quienes vayan al cielo sean sabios; al artista, que sean artistas. Alguien podría decir que lo mismo ocurre con Cristo: un justo al que conviene que el cielo se gane a través de la justicia, pero el problema aquí es que estos dos hombres, tanto Swedenborg como Blake, aceptan la doctrina de Cristo como fundamental, y de hecho, desarrollan las suyas a partir del cristianismo. Si parten de la doctrina del cristianismo, entonces deberían haber reconocido la supremacía de Jesús sobre las enseñanzas de los demás, pero ellos añaden su propio pensamiento. Cristo dijo alguna vez de esto:
¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis.
Lucas 11:46
Podría creer casi lo que sea respecto a lo que la gente piense en cuanto a lo terrenal; por ejemplo, que el gobierno ideal es uno compuesto por una aristocracia de filósofos y que la persona más apta para estar al frente de éste es un rey-filósofo (afirmación hecha, por supuesto, por un filósofo, no podría ser de otro modo...), pero en cuestiones espirituales no podría decir lo mismo…
Qué bueno que Jesucristo sólo dijo que lo que tengo que hacer para llegar al cielo es el ser justificado por su obra redentora sometiéndome a él; imagínense si luego me dicen que también tengo que ser inteligente (Swedenborg), artístico (Blake), famoso y atlético (digo, qué tal si a Beckham se le ocurre hacer su propia versión del cristianismo…).
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