Una tarde en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, hace ya más de treinta años, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco y Nacho Méndez, si no me acuerdo mal, intentaron la ardua tarea de escribir el peor poema posible. Recuerdo unos versos:
_____Feo caballo bayo que mataste a mi papá
_____Ojalá y no venga una yegüita
_____y victime también a mi mamacita.
Bien visto, escribir el peor poema posible es también muy difícil. Se necesita, por lo pronto, dominio completo de las reglas, que las hay, y una especie de inspiración negativa que tampoco está a la mano de cualquiera. De la misma manera se dice que los pecados más graves sólo los puede cometer un teólogo experto y perfectamente sobre sí.
Lo horrendo y pésimamente hecho es tan misterioso como la radiante armonía de la belleza.
De: Discutibles fantasmas
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