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lunes, 23 de junio de 2008

Reflexión acerca del mal en "Wicked. Memorias de una bruja mala."

Este es un fragmento de Wicked, la novela de Maguire que trata de la vida de la Malvada Bruja del Oeste, de la historia de El Mago de Oz. Los pongo en contexto: un grupo de personas se reunió en casa del Marqués Avaric, un antiguo compañero de escuela de Elphaba, la Bruja del Oeste. La Bruja llega por casualidad en ese momento a la cena y los invitados comienzan una discusión acerca del origen del mal.

[...]
-Yo insisto en mi sugerencia -intervino Avaric-. El mal no consiste en hacer cosas malas, sino en sentirse mal después de hacerlas. No hay valores absolutos para el comportamiento. En primer lugar...
-Inercia institucional -lo interrumpió la Bruja-. Pero en cualquier caso, ¿dónde está el gran atractivo del poder absoluto?
-Por eso digo que el mal no es más que un padecimiento de la psique, como la vanidad o la codicia -dijo un magnate del cobre-, y todos sabemos que la vanidad y la codicia pueden producir resultados bastante espectaculares en los asuntos humanos, no todos ellos reprensibles.
-Es la ausencia del bien, eso es todo -dijo la amante del magnate, que tenía un consultorio sentimental en el Informador de Shiz-. El mundo tiende por naturaleza a la calma y a promover y potenciar la vida, y el mal es la ausencia de esa tendencia de la materia a estar en paz.
-Tonterías -replicó Avaric-. El mal es un estadio primitivo o temprano del desarrollo moral. Todos los niños son pequeños demonios por naturaleza. Los criminales entre nosotros son simplemente aquellos que no han progresado...
-Yo no creo que sea una ausencia, sino una presencia -dijo un artista-. El mal es un personaje encarnado, un íncubo o un súcubo. Es el otro. No somos nosotros.
-¿Ni siquiera yo? -dijo la Bruja, desempeñando su papel con más ardor del que esperaba-. ¿Una asesina confesa?
-Oh, usted, usted -dijo el artista-. Todos intentamos mostrar nuestra mejor cara; es sólo vulgar vanidad.
-El mal no es una cosa, ni una persona; es un atributo, como la belleza...
-Es una fuerza, como el viento...
-Es una infección...
-Es esencialmente metafísico: la corruptibilidad de la creación.
-Entonces la culpa es del Dios Innominado.
-Pero ¿el mal fue creado intencionadamente por el Dios Innominado o fue sólo un error en la creación?
-El mal no está hecho de aire y eternidad, sino de tierra. Es físico; es una descoordinación entre nuestros cuerpos y nuestras almas. El mal es inanemente corpóreo: personas que causan dolor unas a otras, ni más ni menos.
-A mí me gusta el dolor, cuando me pongo pantalones de cuero y tengo las muñecas atadas a la espalda...
-No, os equivocáis todos. La religión de nuestra infancia estaba en lo cierto: el mal les profundamente moral, la preferencia del vicio por encima de la virtud. Puedes fingir que no lo sabes, puedes racionalizar, pero tu conciencia lo sabe...
-El mal es un acto, no una inclinación. ¿Cuántos no han querido alguna vez cortarle el cuello a algún grosero del otro lado de la mesa del comedor? Exceptuada la presente compañía, naturalmente. Todos tienen esa inclinación. Pero sólo si cedes en el acto, que es el mal. La inclinación es normal.
[...]
-La verdad sobre el mal no es nada de lo que se ha dicho aquí -dijo la Bruja desde la puerta-. Ustedes imaginan un solo lado del mal, el humano, pero el lado eterno queda en la sombra. O a la inversa. Es como el viejo dicho: ¿cómo es un dragón dentro de su cascarón? Nadie puede saberlo, porque en cuanto rompes el cascarón para mirar, el dragón ya no está dentro de él. El verdadero desastre de esta indagación es que la naturaleza misma del mal es ser secreto.
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¿Y qué opinan? ¿Qué es el mal para ustedes?

Alan

Ascenzia (Fragmento de El Libro Negro); Giovanni Papini


En esta porción de El Libro Negro, Gog narra una visita que hizo a una ciudad donde sus habitantes tenían costumbres muy distintas a todo lo que el millonario había visto alrededor del mundo. He aquí un fragmento que expone una de esas particularidades:

[...] Casi todos los habitantes siguen la antigua doctrina de Zaratustra, por lo cual creen en una divinidad creadora y bondadosa que lucha contra otra divinidad destructora y pésima. Mas, de esa doctrina sus seguidores deducen una consecuencia increíble y jamás pensada: su culto, las oraciones, ritos y sacrificios, son tributados únicamente a la divinidad mala, o sea al Diablo. Todos los santuarios están consagrados al Demonio, todos los sacerdotes están al servicio de Satanás. Las razones con que justifican tan diabólica adoración merecen ser consignadas, aun cuando tengan sabor a paradojas infernales.

Afirman sus teólogos que Dios es un padre amoroso, y por su naturaleza eterna no puede menos que amar y perdonar. No tiene necesidad de ofrendas ni de oraciones, sabe mejor que nosotros lo que se precisa cada día y no puede menos que proteger a sus hijos. El Dios malo, por el contrario, necesita ser adulado, propiciado, implorado, a fin de que no se ensañe contra nosotros. Se dedican ofrendas y tributos a los monstruos con la esperanza de que no se ensañen contra nosotros. Pues tal cosa es la que hacemos con el demonio. El mayor pecado del diablo es la soberbia, y por lo tanto nuestro culto exclusivo hacia él, nuestras alabanzas a su poder, nuestra perenne y humilde veneración logran halagarlo, dulcificarlo, ablandarlo, de tal manera que sus venganzas nos alcanzan mucho menos que a otros pueblos. El Dios Bueno, en su bondad infinita tiene compasión de nuestro miedo y debilidad, y sabe perfectamente que, aun cuando el culto externo sea para el Demonio, nuestro amor interno es para Él.

El delegado del rey, que me hizo saber todas estas cosas, no me dejó entrar en ningún templo de la ciudad, aun cuando le ofrecí una gruesa suma de oro para que me lo permitiese.

Me fui de Ascenzia lleno de estupor y asaltado por la curiosidad.
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Bueno, se me hace interesante este modo de ver las cosas si tomamos como base el zoroastrismo. Todo tiene sentido: si existen dos dioses de igual poder, uno bueno y otro malo, tendría mucho sentido querer complacer, en primer lugar, al malo, pues es el único que podría hacernos mal. El dios bueno por defecto estaría de nuestro lado.

Por lo visto la religión de Ascenzia imaginada por Papini es una mezcla de zoroastrismo con cristianismo, pues en el zoroastrismo no existe Satanás o el Diablo (a menos que sólo lo diga haciendo referencia a un poder adversario o enemigo). En el cristianismo tenemos la lucha de un ángel contra Dios, lucha por demás estéril y de la que ya se supone el resultado en todo momento.

Por otro lado, la aceptación del zoroastrismo y de cualquier otra religión dual (en la que un dios totalmente bueno y otro totalmente malo, ambos de igual poder, están en pugna dentro del universo) plantea serios problemas y contradicciones filosóficas y teológicas que no pueden ser fácilmente sostenidas.

Tal vez en una futura entrada hable de esto.

Alan

domingo, 22 de junio de 2008

Wicked. Memorias de una bruja mala; Gregory Maguire

Es cierto que no es fácil ser la mala del cuento. Gregory Maguire nos lo muestra aquí.

Wicked es un intento de abordar el tema del mal: de dónde surge. ¿Las personas nacen o se hacen malas? El libro también intenta explicar qué fue lo que según la imaginación de Maguire pudo haber ocurrido antes de que Dorothy llegara a la tierra de Oz.

Este libro propone la solución a las siguientes preguntas que pudieron haber surgido de la historia de El Mago de Oz:

¿Qué relación existía entre la Bruja del Este, la del Oeste y Glinda, la Bruja Buena? ¿Cómo es que la Bruja del Oeste llegó a habitar en un castillo? ¿Cómo fue la infancia del León cobarde? ¿Por qué Elphaba, la Bruja del Oeste era verde? ¿Desde cuándo le tiene miedo al agua? ¿Cuál es el origen de los zapatos de Dorothy? ¿Cómo llegó a ser lo que actualmente es el Mago de Oz? ¿Cómo fue que la Bruja del Oeste tuvo monos alados como sirvientes?

Esto entre otras cosas, pero en sí, el libro nos intenta decir cómo es que Elphaba llegó a convertirse en la Malvada Bruja del Oeste. La historia nos muestra en qué circunstancias nació la pobre, cómo fue su infancia, en dónde se educó, qué valores y principios manejaba (porque los tenía, y muy firmes), a quién amó, cómo se metió en problemas hasta que cayó de la gracia de la sociedad por no querer renunciar a sus principios y llegó a ser considerada como una malvada hasta su trágica muerte a manos de una niñita vista por todos como tierna e inocente.

En resumen, el personaje y los motivos de la Bruja expuestos de principio a fin.

Antes de leer el libro vi el musical en Broadway, ahora que lo terminé puedo decir que la adaptación fue magnífica. A pesar de que muchas partes de la novela fueron cambiadas para la puesta en escena, incluso el final del libro y el del musical no tienen nada en común, es posible distinguir el apego a las ideas que planea transmitir la novela.

Me quedo pensando en la frase que Glinda la Buena dice al principio del musical cuando procede a anunciar a los ciudadamos munchkin las circunstancias de la muerte de la Bruja del Oeste:

Are people born wicked? Or do they have wickedness thrust upon them?

Alan

El Libro Negro; Giovanni Papini

ADVERTENCIA

Hace un año me llegó para antes de Navidad una carta firmada por Gog. Procedía de un puerto de Escocia y decía así:

Querido amigo:

El que le escribe no es un fantasma, sino aquel extraño nómada enfermo de los nervios -siempre enfermo y siempre nómada-, a quien conoció usted hace ya veinte años en una casa de salud escondida entre los árboles.

Hace muchos años leí en la edición norteamericana la selección que usted hiciera de las cartas por mí remitidas. Juzgo que la selección fue bastante buena, y he de confesar que en esas viejas páginas volví a hallar gustosamente una lejana imagen de mí mismo, así como también el recuerdo vivo de algunos seres humanos a los que conociera en tiempos pasados. Su libro hizo que me dedicara otra vez a escribir el diario, labor abandonada por las recaídas en mi malestar habitual.

Continué recorriendo la tierra sin meta ni objetivo, tal como antes lo hacía, tomado nota, sin mayor orden, de lo que veía y oía en mis caprichosas y desvariadas peregrinaciones.

Le ruego me haga saber si le agradará leer esta segunda parte de mi diario. También de ella podrá hacer el uso que le agrade, traduciendo y publicando lo que juzgue mejor.

Escriba o telegrafíe a la dirección abajo indicada.
Sinceramente, de Ud. Atto. y S. S.
GOG

Telegrafié en seguida al New Parthenon, la casa de campo del excéntrico multimillonario, haciéndole saber que me agradaría muchísimo recibir y leer lo que tan cortésmente me brindaba. No obtuve respuesta ninguna, pero al cabo de tres meses y desde un puerto de Méjico, me llegó un voluminoso paquete lleno de hojas escritas a máquina. Lo leí todo con suma atención y curiosidad y, al igual que la vez primera, hice una especie de antología de aquel original y abundante diario.

Esa selección es la que ofrezco ahora a los innumerables lectores de Gog esparcidos en todos los Países del mundo, y la titulo: EL LIBRO NEGRO.

II

Le puse ese título, elegido exclusivamente por mí, porque las hojas del nuevo diario corresponden casi todas a una de las edades más negras de la historia humana o sea a los años de la última guerra y del período postbélico. Haré notar que prescindí de algunos fragmentos que me parecieron demasiado escandalosos y dolorosos. Hay en la naturaleza de míster Gog, junto a una morbosa avidez intelectual, un no sé qué de sádico, y de esta su crueldad, aunque más no sea teórica y platónica, quedan trazas incluso en las páginas por mí traducidas.

Procediendo igual que en el pasado, Gog se ha acercado a los hombres más célebres y representativos de nuestro tiempo y las conversaciones mantenidas son casi siempre sorprendentes y reveladoras. En este volumen podrán conocer los lectores, por ejemplo, el pensamiento de Molotov y de Hitler, de Voronov y de Ernest 0. Lawrence, de Pablo Picasso y de Salvador Dalí, de Marconi y de Valery, de Aldous Huxley y de Lin Yutang.

La mayor novedad de esta segunda parte del diario es, si no me equivoco, el descubrimiento de muchas obras de escritores famosos, hasta ahora desconocidas. Gog ha tenido siempre el placer, más aún, la manía de coleccionar. Nos dice que compró en Inglaterra una colección de autógrafos de Lord Everett, colección que sólo contenía trozos y esbozos de obras inéditas, y por su parte, el mismo Gog se ha esforzado por enriquecer esa preciosa colección con otras adquisiciones. Así, pues, los lectores hallarán aquí, por vez primera, noticias referentes a obras, ignoradas por completo hasta el presente, de Cervantes y de Goethe, de William Blake y de Robert Browning, de Stendhal y de Víctor Hugo, de Kierkegaard y de Miguel de Unamuno, de Leopardi y de Walt Whitman. Estas solas e inauditas revelaciones bastarían para que EL LIBRO NEGRO fuera uno de los acontecimientos literarios más singulares de estos tiempos.

Además, e igual que en tiempos pasados, Gog ha encontrado en su camino seres humanos paradojales y lunáticos, preconizadores de nuevas ciencias y nuevas teorías, a cerebrales maniáticos y locos sueltos, a cínicos delincuentes y visionarios. En su conjunto esos seres ofrecen un retrato fantástico y pavoroso, satírico y caricaturesco, pero más que nada, me parece, un retrato sintomático y profético de una época enferma y desesperada más que nunca. Esto que parece diversión, para los espíritus más vigilantes puede ser un saludable adoctrinamiento.

Esta selección hecha en la nueva cosecha de las experiencias de Gog, me parece mucho más sabrosa e importante que la realizada veinte años ha. Me agradaría que esta misma opinión fuera compartida, una vez llegados a la última página, por todos los lectores de EL LIBRO NEGRO.

GIOVANNI PAPINI. Florencia, 5 de noviembre de 1951.
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Lo anterior es la introducción que el mismo Papini hace de su libro. Quién mejor que él para describirlo.


El Libro Negro es la segunda parte de Gog, una obra en la que Papini narra cómo es que conoció al millonario con dicho nombre y las experiencias que éste le relata. Este millonario es una persona que se dedica a recorrer el mundo y a entrevistar a diversas personas respecto a acontecimientos, descubrimientos, hazañas o logros importantes que han hecho y que pueden afectar a la humanidad o la manera de concebir el mundo.

Al estar redactado como una serie de cartas producto de entrevistas que Gog hizo a distintas personas del mundo, muchas de ellas personajes claves de la historia mundial, Papini tiene la libertad de tratar múltiples temas en una sola obra:

En El Libro Negro se tocan cuestiones éticas y morales como la pena de muerte, temas religiosos y teológicos, teoría del arte, bosquejos de obras literarias imaginarias, poesía, poética, filosofía y aguerra, entre otros tantos. Se puede abordar cualquiera de estos temas de acuerdo a la persona a la que se entreviste. En este libro se entrevista a Hitler, lo mismo que a Valéry y a Dalí.

Otro aspecto que me agrada es que al escribir así, Papini puede dejar los temas tan inconclusos como quiera, pues no se compromete a nada. Esto ocurre, por ejemplo, en la entrevista que Gog tiene con Paul Valéry durante un almuerzo de amigos, en la que se desarrolla el tema de la relación entre la filosofóa y la poesía, un tema muy interesante, pero que tiene que quedar inconcluso por una interrupción que sufre Valéry mientras es entrevistado. Otro ejemplo de lo anterior es un bosquejo de una novela de Franz Kafka de la que simplemente se narra la trama de manera muy general pero cuyo final se termina dejando a la imaginación porque el manuscrito que Gog había comprado no estaba completo...

En fin, es un libro que me ha parecido muy interesante y entretenido.

Después de todo, pienso que si tuviera todo el dinero de Gog es muy posible que yo hiciera lo mismo: dedicarme a recorrer el mundo para entrevistar a personas famosas, con ideas fuera de lo común o que pudieran marcar una diferencia para la humanidad simplemente para saber más acerca de lo que piensan. Gog ama la excentricidad en las ideas.

Alan

lunes, 16 de junio de 2008

La historia de Giges según Heródoto

Además de la historia contada por Platón en el Libro II de La República (ver entrada aquí) existe otra narración en cuanto al lidio Giges y la manera en que se hizo con el poder de un reino. Esta versión es contada por Heródoto, y no, aquí no existe un anillo mágico de por medio:

VII. [...] Candaules, hijo de Myrso, a quien por eso dan los griegos el nombre de Myrsilo, fue el último soberano de la familia de los Heráclidas que reinó en Sardes, habiendo sido el primero Argon, hijo de Nino, nieto de Belo y biznieto de Alceo el hijo de Hércules. [...]
VIII. Este monarca perdió la corona y la vida por un capricho singular. Enamorado sobremanera de su esposa, y creyendo poseer la mujer más hermosa del mundo, tomó una resolución a la verdad bien impertinente. Tenía entre sus guardias un privado de toda su confianza llamado Giges, hijo de Dáscylo, con quien solía comunicar los negocios más serios de estado. Un día, muy de propósito se puso a encarecerle y levantar hasta las estrellas la belleza extremada de su mujer, y no pasó mucho tiempo sin que el apasionado Candaules (como que estaba decretada por el cielo su fatal ruina) hablase otra vez a Giges en estos términos: —«Veo, amigo, que por más que te lo pondero, no quedas bien persuadido de cuán hermosa es mi mujer, y conozco que entre los hombres se da menos crédito a los oídos que a los ojos. Pues bien, yo haré de modo que ella se presente a tu vista con todas sus gracias, tal como Dios la hizo.» Al oír esto Giges, exclama lleno de sorpresa: —«¿Qué discurso, señor, es este, tan poco cuerdo y tan desacertado? ¿me mandaréis por ventura que ponga los ojos en mi Soberana? No, señor; que la mujer que se despoja una vez de su vestido, se despoja con él de su recato y de su honor. Y bien sabéis que entre las leyes que introdujo el decoro público, y por las cuales nos debemos conducir, hay una que prescribe que, contento cada uno con lo suyo, no ponga los ojos en lo ajeno. Creo fijamente que la reina es tan perfecta como me la pintáis, la más hermosa del mundo; y yo os pido encarecidamente que no exijáis de mí una cosa tan fuera de razón.»
IX. Con tales expresiones se resistía Giges, horrorizado de las consecuencias que el asunto pudiera tener; pero Candaules replicóle así: —«Anímate, amigo, y de nadie tengas recelo. No imagines que yo trate de hacer prueba de tu fidelidad y buena correspondencia, ni tampoco temas que mi mujer pueda causarte daño alguno, porque yo lo dispondré todo de manera que ni aun sospeche haber sido vista por ti. Yo mismo te llevaré al cuarto en que dormimos, te ocultaré detrás de la puerta, que estará abierta. No tardará mi mujer en venir a desnudarse, y en una gran silla, que hay inmediata a la puerta, irá poniendo uno por uno sus vestidos, dándote entre tanto lugar para que la mires muy despacio y a toda tu satisfacción. Luego que ella desde su asiento volviéndote las espaldas se venga conmigo a la cama, podrás tú escaparte silenciosamente y sin que te vea salir.»
X. Viendo, pues, Giges que ya no podía huir del precepto, se mostró pronto a obedecer. Cuando Candaules juzga que ya es hora de irse a dormir, lleva consigo a Giges a su mismo cuarto, y bien presto comparece la reina. Giges, al tiempo que ella entra y cuando va dejando después despacio sus vestidos, la contempla y la admira, hasta que vueltas las espaldas se dirige hacia la cama. Entonces se sale fuera, pero no tan a escondidas que ella no le eche de ver. Instruida de lo ejecutado por su marido, reprime la voz sin mostrarse avergonzada, y hace como que no repara en ello; pero se resuelve desde el momento mismo a vengarse de Candaules, porque no solamente entre los lidios, sino entre casi todos los bárbaros, se tiene por grande infamia el que un hombre se deje ver desnudo, cuanto más una mujer.
XI. Entretanto, pues, sin darse por entendida, estúvose toda la noche quieta y sosegada; pero al amanecer del otro día, previniendo a ciertos criados, que sabía eran los más leales y adictos a su persona, hizo llamar a Giges, el cual vino inmediatamente sin la menor sospecha de que la reina hubiese descubierto nada de cuanto la noche antes había pasado, porque bien a menudo solía presentarse siendo llamado de orden suya. Luego que llegó, le habló de esta manera: —«No hay remedio, Giges; es preciso que escojas, en los dos partidos que voy a proponerte, el que más quieras seguir. Una de dos: o me has de recibir por tu mujer, y apoderarte del imperio de los lidios, dando muerte a Candaules, o será preciso que aquí mismo mueras al momento, no sea que en lo sucesivo le obedezcas ciegamente y vuelvas a contemplar lo que no te es lícito ver. No hay más alternativa que esta; es forzoso que muera quien tal ordenó, o aquel que, violando la majestad y el decoro, puso en mí los ojos estando desnuda.» Atónito Giges, estuvo largo rato sin responder, y luego la suplicó del modo más enérgico no quisiese obligarle por la fuerza a escoger ninguno de los dos extremos. Pero viendo que era imposible disuadirla, y que se hallaba realmente en el terrible trance o de dar la muerte por su mano a su señor, o de recibirla él mismo de mano servil, quiso más matar que morir, y la preguntó de nuevo: —«Decidme, señora, ya que me obligáis contra toda mi voluntad a dar la muerte a vuestro esposo, ¿cómo podremos acometerle? —¿Cómo? le responde ella, en el mismo sitio que me prostituyó desnuda a tus ojos; allí quiero que le sorprendas dormido.»
XII. Concertados así los dos y venida que fue la noche, Giges, a quien durante el día no se le perdió nunca de vista, ni se le dio lugar para salir de aquel apuro, obligado sin remedio a matar a Candaules o morir, sigue tras de la reina, que le conduce a su aposento, le pone la daga en la mano, y le oculta detrás de la misma puerta. Saliendo de allí Giges, acomete y mata a Candaules dormido; con lo cual se apodera de su mujer y del reino juntamente: suceso de que Arquíloco pario, poeta contemporáneo, hizo mención en sus yambos trímetros.
XIII. Apoderado así Giges del reino, fue confirmado en su posesión por el oráculo de Delfos. Porque como los lydios, haciendo grandísimo duelo del suceso trágico de Candaules, tomasen las armas para su venganza, juntáronse con ellos en un congreso los partidarios de Giges, y quedó convenido que si el oráculo declaraba que Giges fuese rey de los lidios, reinase en hora buena, pera si no, que se restituyese el mando a los Heráclidas. El oráculo otorgó a Giges el reino, en el cual se consolidó pacíficamente, si bien no dejó la Pitia de añadir, que se reservaba a los Heráclidas su satisfacción y venganza, la cual alcanzaría al quinto descendiente de Giges; vaticinio de que ni los lidios ni los mismos reyes después hicieron caso alguno, hasta que con el tiempo se viera realizado.

Los nueve libros de la Historia
Heródoto de Halicarnaso
Libro I. Clío. VII-XIII
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La conducta de Candaules fue bautizada utilizando su nombre. El candaulismo es la práctica sexual en la que un hombre obtiene placer al observar a su mujer copulando o siendo admirada por un tercero.

jueves, 12 de junio de 2008

Requiem; Amado Nervo

¡Oh, Señor! Dios de los ejércitos,
eterno Padre, eterno Rey,
por este mundo que creaste
con la virtud de tu poder;
porque dijiste: la luz sea,
y a tu palabra la luz fue;
porque coexistes con el Verbo,
porque contigo el Verbo es
desde los siglos de los siglos
y sin mañana y sin ayer,
requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!

¡Oh Jesucristo, por el frío
de tu pesebre de Belem,
por tus angustias en el Huerto,
por el vinagre y por la hiel,
por las espinas y las varas
con que tus carnes desgarré,
y por la cruz en que borraste
todas las culpas de Israel;
Hijo del Hombre, desolado,
trágico Dios, tremendo Juez:
requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!

¡Divino Espíritu, Paráclito,
aspiración del gran Iaveh,
que unes al Padre con el Hijo,
y siendo el Uno sois los Tres;
por la paloma de alas níveas,
por la inviolada doncellez
de aquella Virgen que en su vientre
llevó al Mesías Emmanuel;
por las ardientes lenguas rojas
con que inspiraste ciencia y fe
a los discípulos amados
de Jesucristo, nuestro bien:
requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!

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La musicalidad solemne, casi de marcha, de himno, no se puede negar en este poema. Amado Nervo hace un buen uso de los eneasílabos, tan raros en la poesía en español.
Alan

Una paloma al volar; Gabriel Zaid

Una paloma al volar
su dorado pico abría;
todos dicen que me hablaba,
pero yo no le entendía.

1
Dame las alas, paloma,
para volar a tus vuelos,
para subir a los cielos
de otro cielo que no asoma.
Este cielo que me toma,
nieve y silencio temía;
y ha de caer todavía
mientras tu voz se sustraiga,
-Si está cayendo, que caiga,
no ha de durar más de un día.

2
¿Por qué ya no puedo amarte
-ay Amor- sin conocerte,
si en buscarte está la muerte
de saberte y no encontrarte?
¿Por qué de un tiempo a esta parte
en tu nombre está mi suerte?
¿Por qué, si digo no verte,
te pido que si me amas
me digas cómo te llamas
-ay Amor- para quererte?

3
Esta noche callaría,
aunque viniese la muerte.
¿Y el silencio de perderte
con qué voz te cantaría?
Naranja dulce del día,
nocturno limón celeste,
te pido un favor y es éste:
(el que la canción pedía)
que le digas a María
que esta noche no se acueste.
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Lo que me agrada más del poema es la unión de un sentimiento profundo con un lenguaje sencillo y hasta de tono lúdico.

La asociación de las frutas con los astros es magnífica.

Alan

domingo, 8 de junio de 2008

El anillo de Giges; Platón

En este fragmento de La República, al comienzo del Libro II, Glaucón expone ante Sócrates que quienes siguen la justicia lo hacen no por deseo propio o por amor a la misma, sino simplemente porque desean evitar las consecuencias que recaerían sobre ellos al cometer injusticias. Pero… ¿qué si pudiéramos ser libres de esas consecuencias? ¿cómo actuaríamos? He aquí parte del discurso de Glaucón:

Para darnos mejor cuenta de cómo los buenos lo son contra su voluntad, porque no pueden ser malos, bastará con imaginar que hacemos lo siguiente; demos a todos, justos e injustos, licencia para hacer lo que se les antoje y después sigámosles para ver adónde llevan a cada cual sus apetitos. Entonces sorprenderemos en flagrante al justo recorriendo los mismos caminos que el injusto, impulsado -por el interés propio, finalidad que todo ser está dispuesto por naturaleza a perseguir como un bien, aunque la ley desvíe por fuerza esta tendencia y la encamine al respeto de la igualdad. Esta licencia de que yo hablo podrían llegar a gozarla, mejor que de ningún otro modo, si se les dotase de un poder como el que cuentan tuvo en tiempos el antepasado del lidio Giges. Dicen que era un pastor que estaba al servicio del entonces rey de Lidia. Sobrevino una vez un gran temporal y terremoto; abrióse la tierra y apareció una grieta en el mismo lugar en que él apacentaba. Asombrado ante el espectáculo descendió por la hendidura y vio allí, entre otras muchas maravillas que la fábula relata, un caballo de bronce, hueco, con portañuelas, por una de las cuales se agachó a mirar y vio que dentro había un cadáver, de talla al parecer más que humana, que no llevaba sobre sí más que una sortija de oro en la mano; quitósela el pastor y salióse. Cuando, según costumbre, se reunieron los pastores con el fin de informar al rey, como todos los meses, acerca de los ganados, acudió también él con su sortija en el dedo. Estando, pues, sentado entre los demás, dio la casualidad de que volviera la sortija, dejando el engaste de cara a la palma de la mano; e inmediatamente cesaron de verle quienes le rodeaban y con gran sorpresa suya, comenzaron a hablar de él como de una persona ausente. Tocó nuevamente el anillo, volvió hacia fuera el engaste y una vez vuelto tornó a ser visible. Al darse cuenta de ello, repitió el intento para comprobar si efectivamente tenía la joya aquel poder, y otra vez ocurrió lo mismo: al volver hacia dentro el engaste, desaparecía su dueño, y cuando lo volvía hacia fuera, le veían de nuevo. Hecha ya esta observación, procuró al punto formar parte de los enviados que habían de informar al rey; llegó a Palacio, sedujo a su esposa, atacó y mató con su ayuda al soberano y se apoderó del reino. Pues bien, si hubiera dos sortijas como aquélla de las cuales llevase una puesta el justo y otro el injusto, es opinión común que no habría persona de convicciones tan firmes como para perseverar en la justicia y abstenerse en absoluto de tocar lo de los demás, cuando nada le impedía dirigirse al mercado y tomar de allí sin miedo alguno cuanto quisiera, entrar en las casas ajenas y fornicar con quien se le antojara, matar o libertar personas a su arbitrio, obrar, en fin, como un dios rodeado de mortales. En nada diferirían, pues, los comportamientos del uno y del otro, que seguirían exactamente el mismo camino. Pues bien, he ahí lo que podría considerarse una buena demostración de que nadie es justo de grado, sino por fuerza y hallándose persuadido de que la justicia no es buena para él personalmente; puesto que, en cuanto uno cree que va a poder cometer una injusticia, la comete. Y esto porque todo hombre cree que resulta mucho más ventajosa personalmente la injusticia que la justicia. «Y tiene razón al creerlo así», dirá el defensor de la teoría que expongo. Es más: si hubiese quien, estando dotado de semejante talismán, se negara a cometer jamás injusticia y a poner mano en los bienes ajenos, le tendrían, observando su conducta, por el ser más miserable y estúpido del mundo; aunque no por ello dejarían de ensalzarle en sus conversaciones, ocultándose así mutuamente sus sentimientos por temor de ser cada cual objeto de alguna injusticia. Esto es lo que yo tenía que decir.

La República
359b-360d

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Cualquier parecido entre Lord of the Rings y este fragmento es mera coincidencia.

Alan

miércoles, 4 de junio de 2008

Las palabras; Octavio Paz

Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar en la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznete, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.