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sábado, 22 de marzo de 2008

El peligro de las metáforas

Volvió a imaginar que Teresa era un niño al que alguien había colocado en un cesto untado con pez y lo había mandado río abajo. ¡No se puede dejar que un cesto con un niño dentro navegue por un río embravecido! ¡Si la hija del faraón no hubiera rescatado de las olas el cesto del pequeño Moisés, no hubiera existido el Antiguo Testamento ni toda nuestra civilización! Hay tantos mitos que comienzan con alguien que salva a un niño abandonado. ¡Si Pólibo no se hubiera hecho cargo del pequeño Edipo, Sófocles no hubiera escrito su más bella tragedia!

Tomás no se daba cuenta en aquella ocasión de que las metáforas son peligrosas. Con las metáforas no se juega. El amor puede surgir de una sola metáfora.

La insoportable levedad del ser
Primera Parte. La levedad y el Peso. 5 (fragmento).
Milan Kundera
Traducción de Fernando Valenzuela
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Uno de los más grandes poderes de las metáforas está en que sacan a relucir relaciones entre dos o más ideas, cosas, personas... relaciones que a veces son insospechadas.

Algo de Eros hay en ello...

Alan

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Alan,

Muy buen fragmento. La de cosas que pueden surgir de una sola metáfora!
A mi también me gusta mucho este otro:

¿Es mejor estar con Teresa o quedarse solo?
No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero ¿qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni siquiera es un boceto la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación de un cuadro, mientras que el boceto de nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro.
"Einmal ist keinmal", repite Tomás para sí el proverbio alemán. Lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca. Si el hombre sólo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto.


Me parece que resume muy bien uno de los motivos de la angustia existencialista...
Es un placer que te haya gustado mi blog, yo también soy mexicano, aunque por las vueltas que da la vida, desde los 3 años que vivo en Cataluña.
Ya nos iremos leyendo...

Anónimo dijo...

Amo este libro. Y el pasaje escogido es idóneo. Qué misterio encierran las métáforas.

Te escribo desde Madrid. Hace unas semanas recibí un correo electrónico tuyo, sin conocernos de nada. Entendí que habías tomado todas las direcciones de algún mail volador, y nos anunciaste a todos el nacimiento de tu blog. Me alegro de haber recibido tu mensaje y haber podido visitarte.

Si te apetece ir a mi orilla, la encontrarás en:

www.anaisabeltrigo.com

Blog
Poesía
Miscelánea
Movimiento Clima
Movimiento Slow
etc.

En mi web ya he puesto un enlace a este puerto.

Recibe este abrazo transoceánico.

Anaís

crayola dijo...

holaaaaaaaaaaaa Alaaaaaan!!

sí, increible

-- dijo...

Gracias por sus comentarios, me alegra que encontremos placer al apreciar el poder de las metáforas, de las buenas metáforas.

Baakanit dijo...

Las metáforas son en sí poderosas, aunque muchas veces uno se topa con unas cuantas que nos quitan el deseo de emplearlas.

Saludos

-- dijo...

Pues sí, baakanit, lo que tú dices sucede a veces con las metáforas que han sido utilizadas tanto que se han vuelto lugares comunes.

Esa Pitonisa dijo...

sabes que yo soy profe de historia... y he descubierto en las figuras metafóricas un buen instrumento para poder expresar mis ideas... y no sé si al ser tan usadas se vuelvan lugares comunes... me gustaría pensar que nos volvemos más creativos, que nos imaginamos más nuestras realidades transformadas en esas analogías.


me gusta tu blog!

n.

-- dijo...

Interesante observación, Pitonisa, suena a tema antropológico.

Otra cosa que puede suceder cuando relacionamos (cabe aclarar que la metáfora es sólo uno de varios tipos de relaciones) dos objetos distintos (entiéndase por objeto cualquier cosa, no necesariamente algo físico) es que esta relación se vuelve tan profunda y aceptada por una buena parte de los miembros de una sociedad que llega a convertirse en un simbolismo, donde una cosa representa a la otra.

El pan y el vino, para algunos, por ejemplo, representan el cuerpo y la sangre de Cristo, mientras que para otros VERDADERAMENTE SON el cuerpo y la sangre de Cristo.

También los símbolos son poderosos, pues tienen el poder de perdurar.