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martes, 23 de septiembre de 2008

"El soborno", de J. L. Borges, y la búsqueda de la tolerancia y la imparcialidad

Este cuento se encuentra en El libro de Arena. Se puede leer en el siguiente sitio:

Borges parece atrevido cuando dice que entiende que el cuento no pudo haber ocurrido en otro lugar sino en el que él narra, pero después de pensarlo un poco creo estar de acuerdo con el escritor.

Últimamente las palabras tolerancia e imparcialidad están de moda, se consideran valores que deben prevalecer por encima de todas las cosas para que los miembros de una sociedad sean considerados civilizados, educados, plenamente humanos en pocas palabras. Es bueno apelar a estos valores, pero creo que esto se debe hacer con plena sinceridad y con las motivaciones correctas, pues las palabras intolerancia e imparcialidad pueden servir para esconder detrás de ellas precisamente actitudes que no son tolerantes ni imparciales (como se ve en el cuento) o que pueden ir en perjuicio de otros valores e ideales humanos.

La palabra tolerancia si se emplea indiscriminadamente puede ser utilizada para justificar casi cualquier cosa. De hecho, creo que debería existir una discriminación al querer ser tolerantes, pues de no hacerlo seríamos permisivos con todo, y ¿qué ocurriría con la moral y la ética, por ejemplo? No creo que sea sensato tolerarlo todo. La tolerancia debe subordinarse a algo más, no creo que pueda ser el valor que rija a una sociedad por encima de los otros, aunque es claro que se le necesita.

Por otro lado está la imparcialidad, que parece ser apreciada universalmente cuando se habla de emitir juicios. El problema que enfrenta en la actualidad este valor no es tanto el decidir si se le admite o no como algo a seguir por encima de otros valores o ideas, sino más bien el que las personas estén realmente comprometidas con la imparcialidad o simplemente se conformen con dar la apariencia de que este valor se sigue. Es más fácil hablar de tolerancia que de imparcialidad cuando nuestros propios actos o ideas son los que se juzgan.

La sociedad estadounidense, por ejemplo, presume de ser una de las más libres, tolerantes e imparciales que existen en el planeta. De ahí que sientan derecho, por ejemplo, a intervenir en los asuntos de otras naciones, pero también estaría bien que ellos mismos reflexionaran acerca de la jerarquización de sus valores y que analicen si realmente buscan seguir el espíritu de los mismos o si sólo se conforman con su apariencia, si se sienten satisfechos únicamente con la imagen de buscar seguir esos valores.

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