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jueves, 22 de mayo de 2008

Amor constante más allá de la muerte; Francisco de Quevedo


Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera

dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas, que humor a tanto fuego han dado,
medulas, que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
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En cuanto al tema del amor, este es uno de los poemas más exagerados que existen en español, y uno de los más bellos.

2 comentarios:

Anaís dijo...

Esto si que es hablar de "palabras mayores".

Un soneto inmarcesible. Es de mis preferidos. No se puede añadir más a la honda emoción que brota de sus catorce versos.

Puro, redondo, sublime.

Después de leerlo, sólo queda saborear el silencio...

Un saludo transoceánico.

-- dijo...

Cómo no compartir el gusto por este soneto, Anaís.

Gracias por el saludo transoceánico.