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Con la aguda penetración de sus garfios el buho aprehende directamente el objeto y desarrolla su peculiar teoría del conocimiento. La cosa en sí (roedor, reptil o volátil) se le entrega no sabemos cómo. Tal vez mediante el zarpazo invisible de una intuición momentánea; tal vez gracias a una lógica espera, ya que siempre nos imaginamos el búho como un sujeto inmóvil, introvertido y poco dado a las efusiones cinegéticas de persecución y captura. ¿Quién puede asegurar que para las criaturas idóneas no hay laberintos de sombra, silogismos oscuros que van a dar en la nada tras la breve cláusula del pico? Comprender al buho equivale a aceptar esta premisa.
Armonioso chapitel de plumas labradas que apoya una metáfora griega; siniestro reloj de sombra que marca en el espíritu una hora de brujería medieval: ésta es la imagen bifronte del ave que emprende el vuelo al atardecer y que es la mejor viñeta para los libros de filosofía occidental.
De: Bestiario
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Me agrada mucho todo el antropomorfismo que puede ser encontrado en el Bestiario de Arreola: la amalgama que existe entre lo humano y lo animal.
Me agrada mucho todo el antropomorfismo que puede ser encontrado en el Bestiario de Arreola: la amalgama que existe entre lo humano y lo animal.
Alan
2 comentarios:
En estos días yo también leo un libro titulado Bestiario,
pero este es autoría de Cortázar...
Aunque también existe una amalgama, nomás que entre lo humano y lo sobrenatural.
Hmm... últimamente me he dado cuenta que me gustan los bestiarios o de perdido los textos que hacen referencia a animales. Prueba de ello son los posts del Bestiario de Arreola y del Physiologus, aunque no sé exactamente el por qué.
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