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martes, 13 de mayo de 2008

Elías; Nellie Campobello

Sólo para situarlos en el contexto: este relato es parte del libro Cartucho, de Nellie Campobello. El libro se compone de múltiples cuadros de la Revolución Mexicana desde la perspectiva de una niña que se desenvolvió en ese ambiente.
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Alto, color de canela, pelo castaño, ojos verdes, dos colmillos de oro -se los habían tirado en un combate cuando se estaba riendo. Gritaba mucho cuando andaba a caballo; siempre se emborrachaba con sotol. ¡Viva Elías Acosta!, gritaban las gentes cuando él pasaba por las calles de la Segunda del Rayo. Elías era el tipo de hombre bello, usaba mitasas de piel de tigre, una pistola nueva y la cuera de los generales y coroneles. Cuando quería divertirse se ponía a hacer blanco en los sombreros de los hombres que pasaban por la calle. Nunca mató a nadie: era jugando y no se disgustaban con él.

Elías Acosta era famoso por villista, por valiente y por bueno. Nació en el pueblo de Guerrero, el estado de Chihuahua, sabía llorar al recuerdo de su mamá, se reía cuando peleaba y le decían loba. Era bastante elegante, yo creo que miles de muchachas se enamoraban de él. Un día, muy borracho, pasando por la casa a caballo, se apeó. Se sentó en el borde de una ventana. Pintó muchos monos para regalárnoslos. Luego escribió el nombre de todos y dijo que iba a ser nuestro amigo. Nos regaló a cada uno una bala de su pistola. Tenía el color de la cara muy bonito: parecía un durazno maduro. Su asistente le ayudó a subir a su caballo. Se fue cantando. Ese día él había hecho un blanco.

De: Cartucho. Relatos de la lucha en el norte de México.
I. Hombres del norte

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